lunes, 8 de marzo de 2010

Día de la mujer

La verdad es que me da lo mismo que me saluden en el día de la mujer. Qué se yo… No hago mucho caso. Me limito a ser educada y a decir “muchas gracias” y me abstengo de contarle a la gente que definitivamente hubiera preferido nacer hombre.

Hay algunos saludos simpáticos, es verdad, pero ninguno logra conmoverme demasiado. Este año, sin embargo, recibí uno que me dejó pensando. Decía: “Nos depilamos. Nos enamoramos. Nos deprimimos. Nos viene. No nos viene. Parimos. Los aguantamos. Por todo eso, hoy nos felicitamos”.

“Pucha”, pensé. “De esa lista, a mí solo me viene. Y ni siquiera todos los meses porque soy irregular.

No respondí el sms. Fui al baño y me miré al espejo. Por suerte, ahí estaba yo. ¡Pocos problemas tengo como para andar quedándome sin género a esta altura de la vida!

miércoles, 3 de marzo de 2010

Just do it

Hace ya unos años se instaló en Montevideo la moda de las carreras de 10 kilómetros. Primero la organizó Nike y ahora todo el mundo patrocina una de esas famosas 10 K.

Yo intenté correr. Tenía la ilusión de ponerme una de esas camisetas numeradas y, junto a una multitud vestida igual que yo, secarme el sudor de la vincha para después beber tanto Gatored como ahora bebo cerveza. Y más secreta aún, la ilusión de adelgazar para encontrar un novio.

Cambié los championes, pensando que era el tema de la cámara de aire lo que me impedía trotar más de 50 metros de corrido, pero no adelantó. No era eso. Me ahogaba.

Mi amigo Daniel, un maratonista de la primera hora, intentó ayudarme, pero se aburría. Supuestamente su rol era estimularme, pero de vez en cuando se le escapaba un comentario del tipo:

- Maru, todo bien con correr a tu ritmo, pero aquella muchacha que va allá, por ejemplo, va caminando...

Me embolé. Abandoné la ilusión de ponerme una camiseta tipo la de “Just do it” o esa que dice “Yo corrí. Corrimos todos”. Me olvidé… hasta que un buen día llamó mi madre.

- ¡No te he contado! Sabés que yo nunca había podido correr, pero ahora con tu tía salimos con un personal trainer. Corremos todos los días. Ya estamos haciendo 6 kilómetros por día. Está bueno. Deberías intentar.

Yo sé que mi madre y mi tía siempre han hecho deporte, pero están mucho más grandes que yo. No quiero decir con qué número coquetean, pero hace añares que no prestan atención a los reclames de Siempre Libre.

Me tocó el orgullo y resolví hacer el gran esfuerzo. “Si paso esos tres minutos mortales, estaré del otro lado”, me animaba. Y debería venir en el minuto y medio cuando aterricé con toda mi humanidad en las baldosas de la rambla, a la altura del Parque Rodó.

Estaba lleno de gente y mucha vino a ayudar. Yo sonreía y repetía “No es nada, no me hice nada” mientras trataba de tapar la pierna que chorreaba sangre como si me la hubiera agarrado Javier Bardem en la peli esa que hace de tarado.
...

A esa altura, la heladera de mi madre azuleaba de tanto Gatorade por dentro y estaba llena de planillas con sus tiempos de running por fuera.

- Te juro que lo he intentado mamá, pero no puedo. Definitivamente.

- No te digo que tenés que contratar a un personal, porque sé que no tenés plata... Pero tiene que haber alguien que pueda acompañarte y ayudarte. Porque la clave es encontrar tu propio ritmo. Si alguien te va a buscar todos los días, con constancia, y te estimula a salir y te ayuda a hacer el camino a tu propio ritmo, vas a ver que es muy fácil.

- ¿Qué decís, mamá? Si yo tuviera a alguien así en mi vida, ¿para qué me tomaría el trabajo de salir a transpirar? Igual no importa. Ahora andá y traéte una Gatorade y un par de copas. Ánda. Just do it.