martes, 25 de febrero de 2014

Los amigómetros

Hoy he pensando mucho en esas personas que no son tus amigos pero que todos los años ves en el cumpleaños de Fulano o de Mengano… Esos amigos de amigos que funcionan como medidores de tu vida.

Son esos que, como te vieron hace un año, irremediablemente te pasan raya: “¿Y terminaste lo que estabas estudiando?” “¿Te ennoviaste, che?” “¿Al final te mudaste?” “Supe que anduviste de viaje”.

Se me dio por pensar que esos son los amigos necesarios, los que te muestran cuándo estás verdaderamente estancado. Y que los otros, los de todos los días, solo tienen la misión de acercarte a estos, los amigómetros.

Me acordé ahora porque una vez al año, antes de las vacaciones, siempre voy a que me depilen. La depiladora está convencida, como Mirtha, de que ella trae suerte. Se pasa diciendo que las mujeres que ella depila consiguen novio. Y ahora pienso que ella también es mi amigómetra y me toca desilusionarla.

Puedo romper nuestro vínculo e irme a la playa toda peluda, pero entonces será mi vecina de Valizas la que me medirá: "Este año ni siquiera se depiló para venir".

lunes, 24 de febrero de 2014

Chistoso

Gabriel tiene un biorritmo lento, pero es rápido para los chistecitos.

Yo estaba tratando de describirle a una mujer y él no se daba cuenta de quién era.

—¿Pero cómo es? —preguntó.

—Y es medio como yo: morocha, simpaticona, gordita…

—No digas eso —me interrumpió—: vos no sos ninguna simpaticona.

sábado, 22 de febrero de 2014

Band Aid Baby, boludo

Mauri siempre dice “boluda” y “boludo”. Yo no, pero cuando estoy con él me contagio. Y cuando bebemos alcohol parecemos dos porteños.

Mauri se preocupó porque adopté un gato.
-         - Boluda, tenés que embarazarte y dejarte de bichos.
-          -¿Pero de quién querés que me embarace, boludo?
-          -De cualquiera, boluda. Salís, te llevás a uno a tu casa y ta.
-          -No es tan fácil. Los tipos no son boludos, no tienen sexo con cuarentonas sin cuidarse.
-          -Mentiles que tomás pastillas, boluda.

Nos reímos y bebemos más.

-          -¡Ya sé, ya sé! –grito con tono de Eureka-. ¡Me pego cuatro curitas juntas y le digo que tengo el parche!

Imaginamos la escena y nos reímos más:

“Boludoooo, ¿no ves que tengo el parcheee?”

Me siento tentada de decir "Después al pibe lo bautizo ´Bandéid´ ”, pero me reprimo a tiempo. Porque estamos borrachos pero no hacemos chistes boludos.

viernes, 21 de febrero de 2014

S y M

Un día se me ocurrió bordarle una sábana a mi sobrina, con su nombre. Nunca había bordado ni cosido, pero imaginaba que no podía ser difícil.

Compré todo lo que necesitaba y le dije a la mujer de la mercería:
-         -Ya que estoy aprovecho: voy a llevar un cierre redondo.
-          - ¿Cómo redondo?
-          -Redondo. Circular. Es para un monedero que es un San Antonio y se me rompió el cierre.

La mujer me explicó que no, que no era así la cosa. Mientras, miraba todos los implementos del bordado y pensaba: “va a estragar todo eso”.

Pero la fundita de Julieta quedó con su nombre. Y la cara de la niña también, porque el bordado era tan voluminoso que se le tatuaba parcialmente en la mejilla.

Eso fue hace siete años. Desde entonces nunca nadie me dio ánimos con el bordado, pero yo seguí mi instinto. Sentía que tenía un don.

Hace poco se casaron Silvana y Martín y les bordé las iniciales en unas sábanas: S y M. Pero todo el mundo me empezó a decir que mejor no, que les diera unas sábanas lisas, que la “y” parecía una tanga, que esto y aquello.
-
Bueno. Me las quedo y me consigo un novio que se llame Sebastián o Santiago –me resigné.

En el fondo sabía que si no he conseguido ni uno con erre (un Roberto, un Ricardo) pocas chances tenía de encontrar un Sebastián o Santiago, que son nombres de más jóvenes.

Pero justo llegó Suertudo a casa. Y enseguida, junto a Mengana, él pudo apreciar mi arte. Aquí una prueba de la reunión entre Sensibilidad y Manualidad.


jueves, 20 de febrero de 2014

Malos pensamientos

Shshshhshsh… Yo sé que está mal, pero a veces me enojo con las feministas que cambiaron el mundo y me quitaron la posibilidad de ser una mantenida sin culpa, de esas que se quedaban a bordar, tocar el piano o, en el peor de los casos, limpiar la casa.

Llego cansada, está todo sucio, estoy sola, no hay cena, la ropa lleva dos días dentro de la lavadora y se terminó el agua mineral. Entonces tengo malos pensamientos. “¡Malditas libertarias! ¿Por qué no me preguntaron? Yo quería un matrimonio arreglado y poder aprender a tejer mantelitos de esos tipo centro de mesa. Y ta. ¡Ni votar me interesaba!”.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Como perro y gato

Ahora puedo afirmarlo: tener un perro y un gato es la fórmula ideal para una solterona.

Porque inevitablemente pelearán por la comida, la cama, esto y aquello. Entonces podés jugar a las madres y cada tanto gritar como desquiciada:

-          -“¿Me hacen el favor de terminarlaaaaa?”

Y unos minutos después, largar alguna frase más mesurada pero que también te remite a lo maternal:
         
-    -“¡La terminan eh!” ¿O no se entiende cuando hablo?

sábado, 15 de febrero de 2014

Una frase vale más que mil palabras

Para mí es un misterio de la percepción.  Es como que podés escuchar mil veces un concepto y lo entendés, pero no se te incorpora al cuerpo. Y un día escuchás lo mismo en una frase simple y ¡púmbate! Algo se abre y esas palabras se quedan para siempre en vos.

Hace muchos años, una vez yo hablaba de dietas y mi primo dijo: “El que es gordo, es gordo toda la vida”. Púmbate. No lo voy a olvidar más.

Otra vez estaba leyendo un cuento de Escanlar y él decía que se puede saber cómo es una mujer en la cama por la forma en que come un chivito: si no se ensucia, seguramente pasará el coito pensando en su peinado. Me divirtió esa conclusión y me sentí bien porque soy muy asquerosa para comer chivito.

Pero como pasan los años y sigo sola y he tenido que comer muchos chivitos para confirmar que soy de las otras, no me queda más remedio que salir a trotar.

No me gusta trotar. Lo hago para desafiar el destino inexorable que sentenció mi primo, pero sufro.

El otro día me venía arrastrando por la rambla como una babosa con Nike, y estaba a punto de parar.

Cuando estás en ese instante en que te morís y tenés que parar, lo peor que te puede pasar es cruzarte con un Conocido. Ahí no podés aflojar hasta que Conocido te pierda de su campo visual. Porque no podés dejar que te vea justo en el segundo en que te das por vencido, en que te rendís, en que le prodigás al mundo tu debilidad. Menos aun si Conocido está sentadito, mirando nomás, y tardará mucho en dejar de verte. 

Para esos momentos tengo otra frase estimulante, una que dijo Moriana una vez en la oficina, mientras hablaba de su clase de gimnasia y de cómo algunas mujeres apenas se movían: “Para mí las mujeres ponen la misma actitud cuando cogen que cuando hacen ejercicio”. Púmbate.

Si vengo muriendo y cruzo a un Conocido, me digo esa frase. Pero a veces el Universo conspira y te pone a un Conocido cada 100 metros y tenés que seguir.

Ahora hace rato que tengo ganas de largar una máxima: “Los maratonistas son débiles de carácter que se mueven en base a frases”.

viernes, 14 de febrero de 2014

En su justa medida

Para una hipocondríaca automedicada como yo, el sueño es tener morfina de uso médico: el famoso Tramadol. Y como la vida está aquí para cumplirnos los sueños, mi momento llegó. En junio me di un golpazo que me costó 20 días de quietud y 50 inyectables… pero gracias a él me recetaron mi propio frasco de Tramadol.

La verdad es que no me produjo alivio, pero solo verlo en su cajita rosada me daba alegría. Me dormía mirándola, con expresión de niño que mira a su madre separar las yemas de las claras.

Con esa alegría me fui recuperando y desde entonces llevo el frasco siempre en mi cartera. Me encanta sentir que, ante cualquier contingencia, ahí está ella, mi morfinita. Y que eventualmente puedo ayudar a alguien.  

Una vez, me acuerdo, volvía de un viaje con un chileno que llevaba tres días de fiesta encima. Y se había puesto tanta droga y alcohol que no podía dormirse en el avión.

Ni rápida ni perezosa le metí un diazepam. “Ya te vas a dormir”, le dije, pero no se durmió. Le bajo la presión y se desmayó. Tuve que llamar a la azafata y hubo que asistirlo ahí:
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Él me dijo que había consumido muchas drogas- lo acusé mientras el pobre no recuperaba el conocimiento.

Otra vez, la mamá de Andrea llegó con dolor en una pierna. Era la Noche de la Nostalgia y tenía que ir a bailar. Prestamente abrí la cartera y le ordené: “Tomate este orudis, que te alivia en un pispás”. A los diez minutos le alivió y a los doce arrancó a vomitar.

Pero yo no aprendo más: soy generosa. El otro día me encontré con un anciano que se retorcía de dolor en una sala de espera.
-    -Señor, ¿le duele algo? ¿lo puedo ayudar?-pregunté ya con intención de encajarle la morfina.
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Los huesos, querida, los huesos. Hice mucho deporte en mi vida, muchísimo. Y ahora hay días en que no tolero el dolor. Usted que es joven hágame caso: todo en su justa medida. Mucho deporte es malo.
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Mire que tengo un buen calmante, eh. En serio le va a aliviar.
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Yo no creo en calmantes, querida. Los medicamentos son una gran mentira. A mí me hacen acupuntura.

Y así, en ese sencillo acto, este gran hombre me dio la mejor lección de sabiduría que hubiera podido darme.

Ahora, mientras me extiendo en la cama para una buena siesta, resuenan en mi cabeza sus experientes palabras: “Mucho deporte es malo, todo en su justa medida”. Mañana hago. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Todo puede estar mucho peor

Hay algo peor que descubrir que tenés hemorroides: que te digan que solo se alivia con baños de malva.

Pero incluso hay algo peor que preparar “asientos" de malva para que se te alivien las hemorroides: intentar sentarte en la palangana y constatar que no entrás.  

Ego

Dime cuántas fotos de perfil tienes en Facebook y te diré cómo eres. 

Estamos todos bien

Cuando la vi en la rambla yo justo justo estaba  reflexionando sobre la maternidad.

Pensaba que muchas madres cuarentonas están criando a verdaderos tiranos, y que es hora de que las mujeres vuelvan a parir a los 20, cuando todavía pueden ser un poco irresponsables y no le ponen tanta atención al pibe.

Pensaba en un plan nacional que promoviera la maternidad al terminar secundaria. Tipo: "Se prohíbe entrar a la universidad hasta los 25 años". Entonces tenés siete años de brecha en los que, si tenés hijos, el gobierno te paga una cuota. Se podría llamar "Por un país libre de tiranos" o, mejor aún, para aprovechar la marca, Tiranos Temblad. 

Venía pensando en eso cuando veo de lejos a esta muchachita muy joven, sujetando contra su pecho a un bebé, que estaba envuelto en una mantita blanca. Ella venía acompañada de amigos, pero muy concentrada en sujetar al bebito contra el pecho. Y sonreía.

Me conmovió. “Ay, pobre. Debe de ser la única que se queda sin ir a bailar. Sonríe porque este es el único momento del día en que puede ver a sus amigos y capaz que ahora el mocoso le llora y se tienen que volver todos”, pensé.

Pero cuando finalmente nos cruzamos, pude ver que no era un bebé lo que sujetaba contra su cuerpo; era una bolsa de nailon blanca con dos cervezas aún cerradas.

“Estamos todos bien”, me dije.