Quiero hacer un llamado a la reflexión. Quiero que nos sinceremos, que asumamos que la ensalada rusa es una aberración y que hagamos el bien de no heredársela a las generaciones venideras.
Porque puede pasar. Ya les vamos a dejar la hiperactividad, los ataques de pánico, la adicción a Internet, las bolsas de nylon, las pilas y el baile del caño. Tratemos de no dejarles, también, la rusa.
Que levante la mano el que haya comido una rusa verdaderamente rica. Que no le faltara sal o tuviera la papa muy blanda, o la arveja sin gusto, o la mayonesa barata…
Eso por no hablar de la zanahoria hervida. La capacidad de esos cubitos naranjas de estimular a una papila gustativa debe de ser inferior a la mía para estimular al drogón aquel…
A ver, señores: tenemos rúcula en bares populares, podemos comprar yogur griego en Ta Ta... Ya dejemos de hacer ensalada rusa.
Porque ni para tradición da. La mixta todavía, te la llevo. Porque es sanita y, si el tomate está bueno, puede ser agradable. Pero la rusa… para empezar es rusa. Y además es pesada, insulsa y siempre tiene un ingrediente que está muy cocinado, o es como una plasta, o está requete fría o algo así.
Prima hermana del salpicón de ave (cuya eliminación no propongo para no parecer ultra), la rusa denota escasez y requeche, pero sobre todo desidia.
Todo bien con el comunismo, Tolstoi, las mamushkas y el Bolshoi, pero la ensalada sacamela. Quiero Navidades con rúcula, cilantro, aceite de sésamo, barbacue sauce y la mar en coche. Y a Rusia lo que es de Rusia.
3 comentarios:
buenisimo, como siempre :)
a mí me gusta la ensalada rusa ¿y qué?
Buenisimo
Leerte es un placer
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