Me acuerdo
perfectamente del único reparo que le hice a esta casa el primer día que entré,
diez años atrás. Estaba mirando el baño y me dije: «Me gusta todo en este lugar, aunque ese toallero va a durar lo
que canta un gallo».
Pero antes se
rompieron las canillas, y las paredes de todo el apartamento se empezaron a deteriorar
por la humedad. También reventaron los portalámparas y dejaron de cerrar las
puertas y las ventanas. Se quemó el calefón, murió la lavadora, se terminó el microondas.
Cuando se rompió el timbre y quedé aislada, pensé: «Tengo que irme de acá. No queda nada ya».
No hay comentarios:
Publicar un comentario