De todos los miedos que tengo (todos los que existen) sólo me animo a hacerle frente a uno: el miedo al ridículo.
Una amiga me contó hace años que, mandada por su terapeuta y con la idea de transitar ese camino, se subía a los ómnibus a vender inciensos.
Yo he hecho un recorrido mucho más humilde, aunque en ascenso. Cantar en la calle, bailar de ojos cerrados y dejar de usar cierta ropa interior fueron los primeros pasos.
En estos tiempos, le he dado un buen golpe a ese miedo gracias a la bicicleta. Por algunas descoordinaciones logísticas, me ha tocado ir a conferencias de prensa con pantalón deportivo y pedalear en pollera. También andar con la cara llena de grasa sin saberlo o tener a medio edificio esperando para usar el ascensor cuando la bici se me tranca en su interior.
La mayor parte de mis avances se la debo al casco violeta que mi madre me regaló y me conmina a ponerme. Mamá no lo sabe, pero me gritan cosas en la calle por el casco. Yo repito como un mantra “no le temo al ridículo, no le temo al ridículo, mi casco me protege, parezco un astronauta pero estoy protegida”.
La debilidad me gana cuando paso por La Ronda con la cara colorada del esfuerzo. Ningún bar me intimida tanto como ese, vaya uno a saber por qué. Acaso porque los que están ahí sentados se ven tan lindos... Y yo paso hecha un desastre, transpirada y con un globo violeta en la cabeza.
El sol es el gran enemigo de mis paseos ciclistas. Por eso el otro día, cuando me crucé con una turista que llevaba una sombrilla de colores, pensé: “qué buena idea para mi bici. Yo podría manejar con una mano y sostener la sombrilla con la otra”.
Desde ese día lo pienso, pero no me decido.
La lucha contra el ridículo es un arma de doble filo. Mientras junto valor, fantaseo con estacionar la bici en La Ronda una tarde de estas, sacarme despacio el casco, apoyarlo en esa mesa divina que tienen, dejar la sombrilla colgada en un respaldo y pedir una cerveza. Para brindar claro, por los que venden incienso para dejar de temer.
5 comentarios:
Maru, sos la uno!!!!
Jeje, a mi también me intimida la Ronda, pero por suerte existe el Santa que nos recibe con sus brazos abierto a unos pocos metros de tanto glamour.
jiji, Maru, una genia como siempre muero con tu blog...
hablando de ridículos, te acompaño, pero yo... sin casco!!!
Mija, el violeta es el color de la temporada. Va linda!! no lo dude.
que suerte que existe este blog, es un pedacito de campo en medio de la ciudad
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