Me estoy duchando en el club y me olvidé del jabón. Tengo como 15 años viniendo y, en total, habrán sido 15 las veces que he traído y llevado todo lo que necesito.
He llegado a pensar que me gusta ser la caótica del locker, la boluda del vestuario. Que en un punto disfruto de peinarme con cepillos prestados y de irme sin bombacha.
Decía que hoy no traje jabón y justo justo hay uno nuevito en la ducha en la que estoy. Me acuerdo de mi hermana, que siempre dice que tengo un Dios aparte. Pero como soy más bien budista, yo le digo que es suerte.
La trayectoria de este Astral, me animo a decir, no supera las tres duchas. Lástima que es de los marrones, que no me gustan tanto como los rosaditos que tienen crema y huelen mejor.
Mientras me pongo el shampoo, pienso: ¿lo uso o me abstengo? Yo creo mucho en eso de que las malas acciones vuelven. Tipo, que si mato a una cucaracha capaz que me reencarno en eso. O que si le quito algo a alguien después otro me va a quitar a mí y así.
Acá hay dos posibilidades. Una es que si uso este jabón que no me pertenece el Universo me lo va a cobrar; y puede que con intereses. En ese caso, seguramente alguien me usará el cepillo de dientes o las bombachas. O mucho peor: me olvidaré del Kérastase en la ducha. O descubriré en unos días que la señora del Astral tenía herpes vaginal.
También puede ser al revés. Que estemos ante un acto de justicia y que el Universo haya decidido empezar, con este humilde jabón, a devolverme los centenares de productos que he dejado en tantos vestuarios.
Ya me puse la crema de enjuague en el pelo y con la filosofía oriental no avanzo en una solución. Entonces me acuerdo de la Semana Santa y me siento católica por un momento. Me enjabono, me limpio bien, me enjuago y después pido "que Dios me perdone" por la acción indebida. Y me dispongo a secarme en paz…
- No te puedo creer que otra vez olvidé la toalla. ¡Me cacho en dieux!
1 comentario:
dios te castigó, hija mía, reza 3 padres nuestros, 1 ave maría, y por si acaso, 1 ave cesar.
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