Empezaba a trabajar de nuevo con Mauri. Por segunda vez le pedía mi password.
- Son todas iguales. “A” y el primer nombre- respondió.
Mientras escribía, me di cuenta de que en la mía quedaba la palabra “AMARÍA”.
-Ahhh, me encantaaaaaa, bromeé. Y repetí: “Yo amaría, amaría, amaría”.
- Te encanta mientras esté en condicional- tuvo que decir.
viernes, 31 de octubre de 2008
domingo, 26 de octubre de 2008
Pies burgueses
Las actividades en las que otra persona actúa sobre mi cuerpo a cambio de dinero, en general, me hacen sentir una maldita burguesa. Siento culpa cuando me hacen masajes, me lavan el pelo o me peinan.
Ayer fui a hacerme los pies. Como todo acto fundacional, llevó su tiempo, pero estuvo muy bien.
- ¿Cada cuánto te hacés los pies?- pregunta la chica cuando mira mi planta encallada.
- Ehhh… Sólo una vez me los hicieron- respondo y pienso: “mi madre, cuando yo estaba en la panza”.
Primero me lavó. Después limó, cortó, pulió… Yo patas arriba y la mina ahí, a mis pies… “Soy el símbolo del sometimiento del hombre por el hombre. Soy asqueante”, pensaba, pero luego venía el alivio y el masaje taaan placentero y …
Quise lavar mis culpas y le pregunté:
- ¿Vos cada cuánto te los hacés?
- Yo cada un mes, más o menos.
- Ah, qué bien. Hay que hacérselos...
En el final, sus dedos tocaron puntos que me hicieron unas cosquillas raras. Quiero creer que eran puntos secretos y por eso me causaron tanto placer… Me niego a pensar que me excita ser burguesa.
Ayer fui a hacerme los pies. Como todo acto fundacional, llevó su tiempo, pero estuvo muy bien.
- ¿Cada cuánto te hacés los pies?- pregunta la chica cuando mira mi planta encallada.
- Ehhh… Sólo una vez me los hicieron- respondo y pienso: “mi madre, cuando yo estaba en la panza”.
Primero me lavó. Después limó, cortó, pulió… Yo patas arriba y la mina ahí, a mis pies… “Soy el símbolo del sometimiento del hombre por el hombre. Soy asqueante”, pensaba, pero luego venía el alivio y el masaje taaan placentero y …
Quise lavar mis culpas y le pregunté:
- ¿Vos cada cuánto te los hacés?
- Yo cada un mes, más o menos.
- Ah, qué bien. Hay que hacérselos...
En el final, sus dedos tocaron puntos que me hicieron unas cosquillas raras. Quiero creer que eran puntos secretos y por eso me causaron tanto placer… Me niego a pensar que me excita ser burguesa.
lunes, 20 de octubre de 2008
tu farmacia, tu salud
Me detengo en la vidriera antes de entrar a la farmacia. En la vereda hay un muchacho. Está con un perro y mira hacia adentro, donde una chica rubia espera que la atiendan. El muchacho le habla al perro:
- Andá a buscar a mami, andá…. Vaya. Vaya a buscar a mami. ¿eh?
El perro no se mueve. Yo entro y, como está bastante lleno, me subo a la balanza. Una señora muy viejita tiene a su marido del brazo. Está en la otra punta y por eso me sorprende cuando me pregunta muy decidida:
- ¿Cuánto pesas?
- ¿Qué?- replico incrédula y miro las caras alrededor.
- Que cuánto pesas- repite fastidiada, con tono de “¿sos sorda?”
Hay silencio.
- 75 - miento.
- ¡Ah! ¡Muy bien! ¡Te felicito! Porque mirá la altura que tenés...
- Muchas gracias.
Me bajo y no quiero mirar a nadie. Los viejitos salen. En la puerta le ceden el paso a “Mami”.
¿qué era lo que venía a comprar yo?
- Andá a buscar a mami, andá…. Vaya. Vaya a buscar a mami. ¿eh?
El perro no se mueve. Yo entro y, como está bastante lleno, me subo a la balanza. Una señora muy viejita tiene a su marido del brazo. Está en la otra punta y por eso me sorprende cuando me pregunta muy decidida:
- ¿Cuánto pesas?
- ¿Qué?- replico incrédula y miro las caras alrededor.
- Que cuánto pesas- repite fastidiada, con tono de “¿sos sorda?”
Hay silencio.
- 75 - miento.
- ¡Ah! ¡Muy bien! ¡Te felicito! Porque mirá la altura que tenés...
- Muchas gracias.
Me bajo y no quiero mirar a nadie. Los viejitos salen. En la puerta le ceden el paso a “Mami”.
¿qué era lo que venía a comprar yo?
domingo, 19 de octubre de 2008
tic
Como toda mi familia materna, nací con un tic que hace temblar la pera. Me tembló toda la vida y para mí era normal. Cuando entré a facultad, una compañera me preguntó si era operable. Me traumé un poco y busqué información.
Ante situaciones de estrés, a veces el cuerpo deja de segregar el ácido que mantiene juntos a los músculos. Aislado de sus pares, un pobre músculo a la deriva sólo puede temblar.
En casa, todos temblábamos por cosas diferentes. La abuela en los cumpleaños, mamá cuando lloraba, Ana en los actos de la escuela… Yo cuando me despertaba asustada o cuando estaba con alguien que me gustaba.
Con los años, se ve que el sistema nervioso, por las suyas, se va volviendo menos impresionable, porque últimamente no me pasa ni cuando voy al dentista. Él está agradecido, pero yo extraño un poco la sensación.
Quiero creer que no es falta de emociones lo que tengo, sino que mi tic se ha vuelto adulto y moderado. Aunque nunca falta un amante memorioso que reclama y hace dudar: “antes, vos temblabas cuando te besaba”.
Ante situaciones de estrés, a veces el cuerpo deja de segregar el ácido que mantiene juntos a los músculos. Aislado de sus pares, un pobre músculo a la deriva sólo puede temblar.
En casa, todos temblábamos por cosas diferentes. La abuela en los cumpleaños, mamá cuando lloraba, Ana en los actos de la escuela… Yo cuando me despertaba asustada o cuando estaba con alguien que me gustaba.
Con los años, se ve que el sistema nervioso, por las suyas, se va volviendo menos impresionable, porque últimamente no me pasa ni cuando voy al dentista. Él está agradecido, pero yo extraño un poco la sensación.
Quiero creer que no es falta de emociones lo que tengo, sino que mi tic se ha vuelto adulto y moderado. Aunque nunca falta un amante memorioso que reclama y hace dudar: “antes, vos temblabas cuando te besaba”.
sábado, 4 de octubre de 2008
Ciempiés
En la casa de mi madre hay cucarachas. En la mía, ciempiés. El ciempiés es un insecto superior. Es un bicho fino, estilizado, no molesta para nada y, por si fuera poco, tiene un nombre encantador. A mí me gusta tener ciempiés en casa.
Cuando Marina vivía en este apartamento me pedía que los matara. A ella le daba miedo. A mi, lástima.
―Marina, las leyes kármicas prohiben matar a cualquier ser vivo. Si mato a un insecto, es un pecado. ¿Vos querés que yo retroceda en el espiral del alma y después me reencarne quién sabe en qué? Matalo vos si te molesta tanto…
Ella tenía la flaca teoría de que si usaba flit, no era tanto el pecado, pero yo me acostumbré a no matarlos. Como prescriben los libros orientales, me limito a ordenarles:
―Trata de retirarte. Tú no perteneces aquí (les hablo de “tú” para que adviertan respeto).
Y después me voy o me olvido o no sé. Pero hoy fue distinto. Había uno grande dentro del videt esta mañana. Le ordené que se fuera y no lo hizo. Se lo reiteré antes de salir en la tarde… Oídos sordos. Permanecía en el mismo lugar esta noche.
Entonces tuve que hacerlo. Abrí el videt y el pobrecito nadó un rato largo, aleteando con su desesperada centena de piés. Recordé las leyes kármicas y sentí miedo del castigo. Con la esperanza de agarrar distraído al universo, se me ocurrió decirle a través de la rejilla:
― ¡Pa! ¡Qué macana! Hubiera jurado que eras un bicho de agua…
Después, por aquello de que no hay mejor defensa que un buen ataque, puse tono de enojada para quejarme:
― ¡En esta casa hay miles de pies y nunca avanzamos ni medio metro!
Cuando Marina vivía en este apartamento me pedía que los matara. A ella le daba miedo. A mi, lástima.
―Marina, las leyes kármicas prohiben matar a cualquier ser vivo. Si mato a un insecto, es un pecado. ¿Vos querés que yo retroceda en el espiral del alma y después me reencarne quién sabe en qué? Matalo vos si te molesta tanto…
Ella tenía la flaca teoría de que si usaba flit, no era tanto el pecado, pero yo me acostumbré a no matarlos. Como prescriben los libros orientales, me limito a ordenarles:
―Trata de retirarte. Tú no perteneces aquí (les hablo de “tú” para que adviertan respeto).
Y después me voy o me olvido o no sé. Pero hoy fue distinto. Había uno grande dentro del videt esta mañana. Le ordené que se fuera y no lo hizo. Se lo reiteré antes de salir en la tarde… Oídos sordos. Permanecía en el mismo lugar esta noche.
Entonces tuve que hacerlo. Abrí el videt y el pobrecito nadó un rato largo, aleteando con su desesperada centena de piés. Recordé las leyes kármicas y sentí miedo del castigo. Con la esperanza de agarrar distraído al universo, se me ocurrió decirle a través de la rejilla:
― ¡Pa! ¡Qué macana! Hubiera jurado que eras un bicho de agua…
Después, por aquello de que no hay mejor defensa que un buen ataque, puse tono de enojada para quejarme:
― ¡En esta casa hay miles de pies y nunca avanzamos ni medio metro!
jueves, 2 de octubre de 2008
Juego de arraigo
Cualquiera que haya recurrido al body para estimular la libido habrá concluido, como yo, que a esas prendas las diseña el enemigo. Es cierto que tienen un toque sexy, pero esos broches traicioneros y mal ubicados son de las cosas más rebeldes que he experimentado en el mundo indumentario.
Recordé los body porque fueron las únicas prendas íntimas que compré en mis primeros 25-28 años. El resto de la ropa interior la heredaba de mi hermana o me la compraba mamá cuando yo tenía algún viaje (para evitar la vergüenza ajena indirecta). Mamá me decía que, en vez de recurrir al body, tenía que mirar a los tipos de mi edad, pero ese es otro tema.
Yo intuía que en algún momento de la vida iba a tener que empezar a comprarme la ropa interior. Y pasó. Hace como cinco años que yo misma me procuro las bombachas de oferta. También sospechaba que en otro momento, posterior a ese pero no muy lejano, tendría que comprar cosas de la casa. Y pasó.
El germen estuvo en un acolchado de plumas que se me antojó por probar el de Andrea. Estaba decidida a invertir en eso, pero luego pensé: “¿y si el invierno que viene no estoy acá en Montevideo? Si emigro, no me voy a llevar el acolchado”. Desistí.
Todo lo que hay en mi recinto, desde los muebles a los tenedores, todo es heredado, regalado, resaca… Soluciones del espacio ajeno. Ahora, en realidad, debo decir casi todo. Porque compré mi primer juego de sábanas la semana pasada. Llegué a casa, las coloqué y, desde entonces, cada día me parecen más lindas.
Ya el hecho de que se llamen "juego de sábanas" me encanta. Y además ahora me dan más ganas de tender la cama, me gusta llegar y verlas... Me siento orgullosa de mi "juego" de sábanas.
Ya tienen varios días de uso pero no me decido a cambiarlas. Al menos hasta que compre otras nuevas.
De mañana, antes de levantarme, las froto un poco en la cara y pienso que ahora ya no puedo irme. ¿A dónde me voy a ir?... Si ya mis sábanas están acá, aunque no haya body que les haga el juego.
Recordé los body porque fueron las únicas prendas íntimas que compré en mis primeros 25-28 años. El resto de la ropa interior la heredaba de mi hermana o me la compraba mamá cuando yo tenía algún viaje (para evitar la vergüenza ajena indirecta). Mamá me decía que, en vez de recurrir al body, tenía que mirar a los tipos de mi edad, pero ese es otro tema.
Yo intuía que en algún momento de la vida iba a tener que empezar a comprarme la ropa interior. Y pasó. Hace como cinco años que yo misma me procuro las bombachas de oferta. También sospechaba que en otro momento, posterior a ese pero no muy lejano, tendría que comprar cosas de la casa. Y pasó.
El germen estuvo en un acolchado de plumas que se me antojó por probar el de Andrea. Estaba decidida a invertir en eso, pero luego pensé: “¿y si el invierno que viene no estoy acá en Montevideo? Si emigro, no me voy a llevar el acolchado”. Desistí.
Todo lo que hay en mi recinto, desde los muebles a los tenedores, todo es heredado, regalado, resaca… Soluciones del espacio ajeno. Ahora, en realidad, debo decir casi todo. Porque compré mi primer juego de sábanas la semana pasada. Llegué a casa, las coloqué y, desde entonces, cada día me parecen más lindas.
Ya el hecho de que se llamen "juego de sábanas" me encanta. Y además ahora me dan más ganas de tender la cama, me gusta llegar y verlas... Me siento orgullosa de mi "juego" de sábanas.
Ya tienen varios días de uso pero no me decido a cambiarlas. Al menos hasta que compre otras nuevas.
De mañana, antes de levantarme, las froto un poco en la cara y pienso que ahora ya no puedo irme. ¿A dónde me voy a ir?... Si ya mis sábanas están acá, aunque no haya body que les haga el juego.
miércoles, 1 de octubre de 2008
Coquetería
Inés es adorablemente coqueta. Siempre parece una muñeca linda y cuidada y, entre otras cosas, es por eso que la queremos. Por ese cariño que pone para regalar lindura al mundo.
Hoy nos cruzamos temprano en la calle.
- Hola! - la saludé contenta, pero vi que estaba contrariada.
- !Viste lo que me pasó!
- No. ¿Qué pasó?
- ¿No me ves la cara? Me puse bronceador sin sol y me dio alergia y mirá como tengo la cara!!!
- Bueno, yo no me había dado cuenta. No es tan grave…
- Síiii, se nota piiila ... ¿No ves que tengo rojo acá? Horrible.
- Ah... puede ser sí... un poquito rojo...
Redondeamos, nos despedimos y seguimos camino.
Cuando llegó a la esquina se dio vuelta y me gritó:
- Maruuu... ¿y vos por qué tenés el brazo enyesado?
Le hice señas como diciendo "No es nada... una pavada".
Hoy nos cruzamos temprano en la calle.
- Hola! - la saludé contenta, pero vi que estaba contrariada.
- !Viste lo que me pasó!
- No. ¿Qué pasó?
- ¿No me ves la cara? Me puse bronceador sin sol y me dio alergia y mirá como tengo la cara!!!
- Bueno, yo no me había dado cuenta. No es tan grave…
- Síiii, se nota piiila ... ¿No ves que tengo rojo acá? Horrible.
- Ah... puede ser sí... un poquito rojo...
Redondeamos, nos despedimos y seguimos camino.
Cuando llegó a la esquina se dio vuelta y me gritó:
- Maruuu... ¿y vos por qué tenés el brazo enyesado?
Le hice señas como diciendo "No es nada... una pavada".
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