Me detengo en la vidriera antes de entrar a la farmacia. En la vereda hay un muchacho. Está con un perro y mira hacia adentro, donde una chica rubia espera que la atiendan. El muchacho le habla al perro:
- Andá a buscar a mami, andá…. Vaya. Vaya a buscar a mami. ¿eh?
El perro no se mueve. Yo entro y, como está bastante lleno, me subo a la balanza. Una señora muy viejita tiene a su marido del brazo. Está en la otra punta y por eso me sorprende cuando me pregunta muy decidida:
- ¿Cuánto pesas?
- ¿Qué?- replico incrédula y miro las caras alrededor.
- Que cuánto pesas- repite fastidiada, con tono de “¿sos sorda?”
Hay silencio.
- 75 - miento.
- ¡Ah! ¡Muy bien! ¡Te felicito! Porque mirá la altura que tenés...
- Muchas gracias.
Me bajo y no quiero mirar a nadie. Los viejitos salen. En la puerta le ceden el paso a “Mami”.
¿qué era lo que venía a comprar yo?
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