Como toda mi familia materna, nací con un tic que hace temblar la pera. Me tembló toda la vida y para mí era normal. Cuando entré a facultad, una compañera me preguntó si era operable. Me traumé un poco y busqué información.
Ante situaciones de estrés, a veces el cuerpo deja de segregar el ácido que mantiene juntos a los músculos. Aislado de sus pares, un pobre músculo a la deriva sólo puede temblar.
En casa, todos temblábamos por cosas diferentes. La abuela en los cumpleaños, mamá cuando lloraba, Ana en los actos de la escuela… Yo cuando me despertaba asustada o cuando estaba con alguien que me gustaba.
Con los años, se ve que el sistema nervioso, por las suyas, se va volviendo menos impresionable, porque últimamente no me pasa ni cuando voy al dentista. Él está agradecido, pero yo extraño un poco la sensación.
Quiero creer que no es falta de emociones lo que tengo, sino que mi tic se ha vuelto adulto y moderado. Aunque nunca falta un amante memorioso que reclama y hace dudar: “antes, vos temblabas cuando te besaba”.
1 comentario:
dejar de vibrar, ese es el miedo que también me acompaña
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