Conocí a un italiano belíssimo en el lobbie de un hotel. Era
justo justo mi tipo: cincuenta y cinco años, pelo cano, ojos azules, un solo
infarto.
¿Cómo nos enamoramos? Él me pidió que por favor le leyera el correo en la tablet, porque esa tarde había olvidado los lentes de aumento en un taxi y no podía leer.
Leí con mi italiano de liceo público del interior y después, ya sabes… Lo típico: primero lees correos sobre negocios en Medio Oriente, después reflexionas sobre la vida en plan carpe diem, tomas una cerveza, más carpe diem, cerveza, carpe diem…
Al despedirnos, me tomó la mano y me dijo “I love you”. En mi dedo pude sentir el fresquito de su alianza, pero le encajé un “I love you” también. Para jugar un poco a las películas. Carpe diem.
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