jueves, 28 de abril de 2011

Etapas del cambio (o cambio de las tapas)

Etapa 1: Darse cuenta del problema

Me fui a depilar. La mina me pide que me ponga boca abajo y exclama:

- ¡Pa! ¿Qué te pasó?

- ¿Qué tengo?

- Mirate. Como arañazos, pero muchos —dice y, con tono pícaro, agrega: Lo importante es pasarla bien.

- No, no son uñas. Además no he tenido chances de taaanto— le digo queriendo sonar poco convincente. Me gusta fanfarronear y que crea que tengo una vida sexual.

Llego a casa, me miro mejor y, efectivamente, me veo toda la parte inferior de la nalga rasguñada. “Pucha”, digo. “O estoy bebiendo demasiado o tengo una enfermedad o algo”.

Pasaron como dos días hasta que me di cuenta. La tapa del wáter (de esas de plástico duro) estaba partida. Y, cada vez que me levantaba, me pellizcaba la nalga.

Etapa 2 (meses después): Buscar la solución

Un día fuimos al Chuy.
—¿No precisás nada para la casa?—pregunta mamá.

—Uy, sí. Ahora que decís, hace meses que preciso una tapa de wáter.

Las ferreterías me parecen sucias, caóticas, las odio. Pero a mamá le encantan. Se mete en una del lado uruguayo y sale con una tapa marrón (puaj). Me da la boleta por las dudas, por la Aduana.

—Me imagino que sabrás ponerla, ¿no? Es muy fácil. Son dos tornillos.

—Ay obvio, mamá. A esta altura de la vida, si no puedo poner una de estas… — digo mientras me fijo si hay instrucciones.

Etapa 3. Intentar el cambio

Sentada en el piso de mi baño, con las instrucciones que parecían claras, lo intenté, pero quedaba como suelta. Como que se movía.

Es muy feo estar sentado en el piso cerca del wáter. Hice lo que pude y concluí: “Debe de haber venido fallada esta tapa”. La dejé así.

Etapa 4: El clásico retroceso

Con los días, cada vez que me sentaba, temía resbalarme y salir despedida. “Para esto me quedaba con los rasguños”, pensé. Y ahí me pregunté:

—¿Y yo por qué tengo una tapa de wáter… si se supone que esto es para protegerme de la mala puntería de los hombres y todo indica que acá nunca habrá uno? ¿Para qué necesito una maldita tapa de wáter? ¿Y además por qué la compré en el Chuy, al mismo precio que en Montevideo, y la cargué 400 kilómetros? Solo porque mamá compra las cosas en el Chuy— me respondí.

Y ahí se me disparó una rebeldía inusitada:
¿Y yo por qué tengo repasadores, si siempre pensé que son un asco y juntan microbios?
Y empecé a fijarme en lo que tengo por costumbre: las bombachas en ese lugar, la sal en esa lata, la yerba en esta otra. ¿Y yo por qué tengo una guampa para poner la yerba en el mate, si es horrible esa guampa?

Etapa 5: El cierre

Me decidí a tirar todo lo “heredado”, todo lo que no formaba parte de mi voluntad. Pero justo ese día vino mamá a casa. Y fue al baño.
— ¿Por qué demoraste tanto, mami?
— Porque puse la tapa. ¿Vos no ibas a ir a depilarte?
— Sí, sí. Ya voy, ya voy.

viernes, 22 de abril de 2011

Sincretismo religioso al desnudo

Me estoy duchando en el club y me olvidé del jabón. Tengo como 15 años viniendo y, en total, habrán sido 15 las veces que he traído y llevado todo lo que necesito.

He llegado a pensar que me gusta ser la caótica del locker, la boluda del vestuario. Que en un punto disfruto de peinarme con cepillos prestados y de irme sin bombacha.

Decía que hoy no traje jabón y justo justo hay uno nuevito en la ducha en la que estoy. Me acuerdo de mi hermana, que siempre dice que tengo un Dios aparte. Pero como soy más bien budista, yo le digo que es suerte.

La trayectoria de este Astral, me animo a decir, no supera las tres duchas. Lástima que es de los marrones, que no me gustan tanto como los rosaditos que tienen crema y huelen mejor.

Mientras me pongo el shampoo, pienso: ¿lo uso o me abstengo? Yo creo mucho en eso de que las malas acciones vuelven. Tipo, que si mato a una cucaracha capaz que me reencarno en eso. O que si le quito algo a alguien después otro me va a quitar a mí y así.

Acá hay dos posibilidades. Una es que si uso este jabón que no me pertenece el Universo me lo va a cobrar; y puede que con intereses. En ese caso, seguramente alguien me usará el cepillo de dientes o las bombachas. O mucho peor: me olvidaré del Kérastase en la ducha. O descubriré en unos días que la señora del Astral tenía herpes vaginal.

También puede ser al revés. Que estemos ante un acto de justicia y que el Universo haya decidido empezar, con este humilde jabón, a devolverme los centenares de productos que he dejado en tantos vestuarios.

Ya me puse la crema de enjuague en el pelo y con la filosofía oriental no avanzo en una solución. Entonces me acuerdo de la Semana Santa y me siento católica por un momento. Me enjabono, me limpio bien, me enjuago y después pido "que Dios me perdone" por la acción indebida. Y me dispongo a secarme en paz…

- No te puedo creer que otra vez olvidé la toalla. ¡Me cacho en dieux!

domingo, 17 de abril de 2011

Consejos para hombres con los que salgo

No me gusta leer a mujeres que se quejan de los hombres, pero creo que debo hacer este pequeño aporte.

Mi target está compuesto, básicamente, por hombres que van a terapia (no por casualidad terminan en mi cama) y cuando me pasan algunas cosas pienso: “¡¿Cómo el psicólogo de este tipo no le avisó que eso no se hace?!” Así que me decidí a hacer esta pequeña contribución:

Parece una obviedad, pero no es. No hay que usar el baño de la mujer con la que sales para “ir de cuerpo”. Si las ganas son insoportables, inventás una excusa (tipo: “me pareció oír el motor de mi auto, aguantame que voy a ver”; “Pero si vos no tenés auto”, ponele que diga la mina; “Un amigo me prestó uno”, contestás y te vas a un bar en taxi o lo que sea. Todo, menos usar su baño con dolor de barriga.

Parece otra obviedad, pero tampoco lo es. Nunca hay que decir “te quiero” la primera vez que se va a la cama. Y menos que menos antes del coito. Porque ahí una dice: “pucha, aunque lo que venga ahora sea un desastre, me lo tengo que bancar”.

Tercero: “Excitar” es un verbo que queda bien en la radio, en la tele, en el lenguaje social. Si estás desnudo con una mujer decile cualquier otro verbo. Nunca se debe decir “Me excita tal cosa”. “Tus pezones me excitan” por ejemplo. Una frase infame. Habría que prohibirla directamente.

Otra cosa que deserotiza: la “s” en las conjugaciones que no llevan. Tipo: “Me gustastessssss desde que te vi”. Esa “ese” final, dicha en un momento en que la mujer aún tiene la ropa puesta, puede marcar el fin del encuentro. Se dice: “me gustaste”.

Si ves que ella tiene libros en la casa, no exclames como un asombrado nene de ocho años: “¡Paaa! ¿Todos estos libros leíste? (prohibido decir “leístes”, pero eso ya lo aprendimos). Porque uno se puede “excitar” con la antiintelectualidad, pero todo tiene un límite.

Después de medianoche poné el celu en silencio. No cuesta nada. No es que ella pretenda fidelidad aún, pero si te llega el clásico mensaje "En k andás?" a las 4 am y la mina se despierta sobresaltada y tenés que decir “es el mío, es el mío"… Como que no está bueno. Esto se agrava si no tenés un ringtone medio neutro, aunque a tu edad… ya sería hora.

Procura no olvidarte de cosas en su casa. Fijate si tenés todo: campera, radio del auto (tuyo o de tu amigo), celular, billetera, discos de grupos ignotos... Dejar la mochila con la ropa transpirada del club ya entra en la categoría del agravio, por supuesto.

Si ya mandaste un sms diciendo lo bien que pasaste (evita enviarlo mucho tiempo después, porque creerá que quedaste demasiado enganchado todo ese rato, ni tampoco cuando vas en la puerta, porque quedás como un ansioso). Te decía que si ya mandaste ese mensaje y ella aún no respondió, nunca, nunca mandes un segundo.

Otra regla de oro: no preguntes si se van a volver a ver antes de levantarse de la cama. Ella creerá que todas las mujeres anteriores te borraron al toque y por eso te preocupas. Y se sentirá tentada de imitar a sus congéneres, por las dudas. Puedes preguntar mientras te vistes (esta "s" sí va), aunque lo mejor es en la puerta.

Una básica: cuando estén abrazados mirando el techo, no preguntes “¿y vos por qué estás sola?”. No está bueno preguntar eso. Sobre todo, porque en la mayoría de los casos, como este, es demasiado obvio.

La más importantísima: si hay un shampoo común en el baño, tené a bien, por favor, no usar del Kérastase.


PD 1: Repasé los puntos y no ha sido tan grave... A mi amiga, te lo juro, un tipo le preguntó —mientras cenaban por primera vez— si tenía varices.

PD 2: Se me ocurren miles de consejos que los hombres que me conocen podrían escribirme. Seguramente todos arrancarían así: "Vos, para empezar, depilate".