viernes, 27 de junio de 2008

ojos que no ven...

Los primeros patos que recuerdo haber dibujado los hice en la espalda de papá. A él le gustaba sentarse sin camiseta en el marco de la puerta en las tardes de verano. Y a mí me encantaba agarrar una lapicera azul y dibujar en su espalda.

Primero hacía lo que él me pedía: una flor, un caballo (nunca me salieron bien pero él no podía verlos), un pato… Después yo dibujaba y él tenía que adivinar qué era, según el recorrido de la birome.

Yo casi siempre hacía trampa. Por ejemplo, hacía un círculo apoyando muy fuerte y le preguntaba “¿qué letra es?”, a la vez que le esbozaba una rayita muy suavecita a la “O” para convertirla en “Q”

Cuando me aburría, empezaba a remarcar los ojos de los patos hasta dejarlos enormes. “Ayyyy”, se quejaba cuando me apoyaba en la Bic con la fuerza de quien pretendía que el pato pudiera ver por ese ojo.

Muchas veces trataba de que el ojo coincidiera con un lunar, y entonces quedaba re lindo. Un lunar azul, un ojo que se agrandaba y que incluso resistía a la ducha prolongada que seguía a las sesiones artísticas.

El otro día me tocó ver a papá en el CTI, dormido y con la espalda al aire. Pasado el susto, pude constatar que algunos ojos de pato siguen allí y me hubiera encantado que estuviera despierto y que hubiera una Bic para jugar a las letras. Pero nos volvimos grandes, él estaba sedado y yo tuve que conformarme con hacer “apuestas” de acierto en el marcador de pulsaciones.

miércoles, 11 de junio de 2008

me saco el sombrero, me seco la cara

Te abracé en la noche
era un abrazo de despedida
te ibas de mi vida
te atrapó la noche
la oscuridad traga y no convida
quedé a la deriva.

Tal vez fue un reproche
los sentimientos mas bendecidos
flotan como idos.

Te besé en la noche
con aquel beso desconocido
que se fue contigo...
http://www.youtube.com/watch?v=2tKZOuTT2Bs&feature=related

miércoles, 4 de junio de 2008

Dos besos, dos caras

Voy en el ómnibus, cabeza apoyada al vidrio. Veo a una pareja que se despide en la parada. Ella mira la calle. Él le da un beso fuerte en la mejilla. Ella nada, inmutable. Él la besa más fuerte en la misma mejilla. Me imagino el sonido.

Ella sube al 180. La miro y la envidio. “¡Qué lindo que te besen así y vos tan insensible!”, le reprocho sin decírselo.

Mientras recibe el cambio del boleto, con las manos ocupadas, levanta despacio un hombro y se lo pasa por la cara. Se limpia. Se saca los dos besos.

La miro. Ahora pienso que él era un golpeador o algo así… Un insensible. Y siento lástima por ella, sin decírselo.