sábado, 26 de enero de 2013

La propia murga

Álvaro escribe para carnaval. Y como ahora la murga es progre, yo también quise escribir murga y me le arrimé. Pero Álvaro es avaro con su know how y no me dijo mucha cosa. Así que lo acompañé a unos ensayos y pude sacar el método.

LA PRESENTACIÓN:

Se combina: comparación, verbo, complemento.


Como una brisa mágica en la noche


Emprende la murga su viaje


De aplausos y de risas


Como un fantasma de estrellas titilantes


Llega la murga para llenarse


De lunas encantadas


Como duende de caminos misteriosos


Empieza la murga un nuevo vuelo


De sonrisas pintadas


Como una magia misteriosa


Despierta la murga en su febrero

 


De ensueño y de  ilusiones

 

 

Palabras complementarias

serpentina
golondrina
momo
tablado
febriles

LA PARTE DEL MEDIO 

Si querés una murga retro tenés que crear situaciones con personajes de mujer, de toqueteo, de abanicarse o de embellecerse. Esto porque, como se ha investigado, la murga se inventó para que los hombres puedan vestirse de mujer. 

Si tu murga es de la generación Y (o un poco más atrás, pero no homofóbica) no hace falta vestirse de mujer. Si es de las que se pueden catalogar como Murga Listilla, hay que hablar con amigos de Ciencias Sociales y pedirles temas duros de actualidad pero que sean mínimamente risibles. Suicidios, por ejemplo, no sirve. Por eso es mejor hablar con lo que tengan aprobado segundo año.

En este tipo de Murga Listilla también hay otro recurso que aún funciona: la murga “confiesa” que no pudo escribir nada. Justifica su falta de creatividad y esa es su creatividad. Podés meter versos como este: 

Con la murga resaqueada 
Y la pobre inspiración mía
No me salió una palabra 
Y me pedí una cerveza fría.

LA RETIRADA 

Con leves variantes, la retirada es igual a la presentación, pero al revés:

Complemento, verbo, comparación. 


Borracha de aplausos y de risas


Se va se va la murga


Como una brisa mágica en la noche


Colmada de ensueños y de historias


Se despide ya la murga


Como una luna encantada


En este febrero de brisas y sonrisas


Se apagan ya las luces


Como duende de caminos misteriosos


Colmada de ilusiones y de ensueños


Culmina ya este sueño


Bajo un cielo de estrellas de ilusión

 

Locuciones complementarias

Papel picado

Cara pintada

Sueño fugaz

Regreso anhelado

Canto colorido

Hermoso latido

Insto a los que perdedores a que se sumen a esta movida del carnaval. No es complicado y sirve para legitimarse, tanto ante los pares de uno como ante el sexo opuesto (bah, opuesto o no opuesto: ante el sexo en general). 
De última, si probás y no clasificás, podés llamar a Álvaro.

 

jueves, 17 de enero de 2013

Desidia en el super

—Esto es lechuga, ¿no?
—No.
—¿No es lechuga?
—No.
—¿Qué es?
—Escarola.
—¿Es parecida a la lechuga?
—No.
—Bueno, igual la llevo.

sábado, 12 de enero de 2013

El presente y nada más

Un día estaba en el parque con Mengana y llegó una minita que hablaba aniñada. Su perro rubio y enorme no me acuerdo cómo se llamaba, pero en la charla ella le atribuía unas intenciones que el animal jamás podría tener.

Quise salir del terreno de las interpretaciones conductuales yendo a lo fáctico. Le pregunté:

—¿Vos cuántas veces por día lo sacás?

—Mirá, algunas. El veterinario me explicó que lo mejor es hacer varias salidas de pocos minutos, porque me dijo que el perro no tiene memoria. Ellos viven solo en el presente. Entonces si vos le hacés una salida relarga de mañana, de tarde ya están como si no hubieran salido. ¿Viste que siempre como que les da la misma alegría, no importa si ya salieron antes? Es por eso, porque no tienen memoria, entonces para ellos es como si no hubieran salido.

«Ay, dios santo, cómo has creado minas así de taradas. Se viene a enterar por el veterinario de que los perros no pueden llorar por el pasado ni proyectar un futuro», pensé, pero le contesté:

—Ahh sí, sí, yo había oído también eso de que no tienen memoria.

Me vine a casa apenas pude, sorprendida todavía de su estupidez. Pero con los días algo cambió. Sus palabras no se me iban de la cabeza y un día encontré la luz en ellas.

Ahora, cuando siento culpa porque no saqué a Mengana en todo el día y tengo ganas de salir de noche, le digo:

—Perdoname, divina, pero me tengo que ir. Incluso si yo te hubiera sacado esta mañana, vos ahora no lo podrías recordar. Estarías igual que ahora. Y tu presente es este: te amo y me voy.

Cuando bajo la escalera, vuelvo a pensar en esa gran verdad de que todos los encuentros ocurren por algo.

viernes, 11 de enero de 2013

Por las Susanitas del mundo

Estoy en contra de que los padres besen a los hijitos con picos. Queda mala onda decirlo, pero quisiera hacer un llamado a la conciencia para que se detenga ese flagelo.

Pasa que en mi escuela había una niña que se llamaba Susana y todos la discriminábamos. No porque tuviera un nombre de otra generación: la discriminábamos porque su madre le daba picos.

La mujer la acompañaba hasta el salón y esperaba con ella a que tocara el timbre. Ahí se iba, pero antes le encajaba un piquito, delante de todos. Y nosotros jua jua jua y burlas (lo escolares siempre han estado compuestos de bobera y de maldad en partes iguales).

La mama de Susana seguro empezó como cualquiera… Un día la beba era tan linda que se la quería comer (no tenía rastros de haber sido una bebé linda, hay que decirlo, pero es una hipótesis)… Decía que un día bobeando le dio un pico y después la bebé le dio otro y ya no supieron parar. Pasó el tiempo, la chiquilina calzaba como 37 y la madre la seguía besando en la boca.

Desconozco cómo será de la vida de Susana ahora… Si habrá llegado a tener sexo oral sin culpas, si besará a sus propios hijos en los labios, o si estará, como yo, condenada a una terapia perpetua para lidiar con el pasado. En cualquier caso, yo hago un llamado a la reflexión. Por las Susanitas del mundo.

jueves, 10 de enero de 2013

Salva conductos urbanos

Siempre pienso que el dentista y el sanitario en un punto se conectan, porque son seres humanos que en algún momento vas a tener que llamar. Pasás unos períodos sin ellos, pero un día los vas a llamar. Es así.

En la pileta de la cocina, por ejemplo, yo soy cuidadosa de que no se caiga comida. Raspo bien los platos frente al tarro de basura. Incluso, si algo se cae en la pileta y me da asco tocarlo (pizza mojada, ponele), me envuelvo la mano con una bolsa de náilon y lo saco.

Me mueve la esperanza de que el caño no se tape. Pero sé que un día se va a tapar (sobre todo porque a veces vienen visitas a las que no les importa nada tu caño y, haciéndose las bienintencionadas, te ponen platos con pedazos de de todo un poco en la pileta).

Con los dientes pasa algo similar. Los cuido. Ta, es cierto que al hilo no lo pude incorporar. Y el Listerine, ese que es enjuague bucal, tampoco. Porque siento que me mata todas las papilas gustativas. Pero me lavo los dientes.

Igual todo llega y un día tenés una caries y no te queda otra: pedir hora, bancarte la anestesia, volver a pedir hora.

Los dentistas del futuro, estoy segura, no van a poder creer cuando les contemos lo que llevaba hacerse un arreglo. ¿Cuántas sesiones lleva un tratamiento de conducto? ¿100- 150?

El plomero no. El plomero, si te viene, no demora. También te destapa los conductos y también te cobra una fortuna, pero es un rato y chau. Por un tiempito se va.

El dentista tiene más el modus operandi de esas relaciones que vos sabés que no van a funcionar pero seguís, porque lo necesitás. Al igual que esos hombres, un dentista nunca te va a preguntar "¿nos podemos ver mañana?". Nada de eso. Te cita muy espaciadamente, a veces te hace esperar, otras te hace doler, después se dejan de ver y siempre lo pagás muy caro. Pero un día lo vas a llamar. Un día sin salvoconducto lo vas a llamar.

domingo, 6 de enero de 2013

Bob Esponja, perdido por el alcohol

Debe de ser porque mis padres se conocieron en un ómnibus interdepartamental. Capaz que inconscientemente es por eso que cuando viajo a Rocha rezo para que me toque alguno que esté bueno en el asiento de al lado.

Nunca me pasa. En Rutas del Sol siempre, pero siempre, me toca una de esas muchachitas de uñas pintadas que hablan por celular todo el viaje. Esta vez no. Milagro: se me sentó un hombre corpulento, bastante lindo. «Bien ahí, 2013», me alegré en silencio.

—Te molesto un segundo —me dijo a los pocos minutos de que arrancamos.

«Opa, no pensé que me hablara tan rápido», me dije.

—¿Me dejás pasar que voy al baño?

Nuestros asientos eran cercanos al baño y, como no cerró la puerta, pude ver que solo se lavó las manos. «Qué divino, al fin un tipo aseado en medio de todos estos mugrientitos», me felicité.

Ya estaba imaginándome cómo sería la charla y si me lo llevaría a casa esa misma noche cuando sucedió algo raro. Abrió la mochila y se asomó una esponja de baño medio rosadita. Mmmm ... Viaja con la esponja... Mmmm. «Capaz que es de la madre, que se la dejó olvidada en el rancho y el muy santo se la trae a Montevideo».

Pero unos segundos después… mmm… sacó un frasco alcohol gel y se empezó a frotar las manos que recién se había lavado. Y se pasó mucho por los antebrazos.

«Ta. No. Alcohol gel. No podés. Vos debés de ser uno de esos loquitos que igual te hacen levantar para cambiar las sábanas después del sexo. Mejor dejémoslo acá. No vengas a casa. Dejá».

Como siempre que me preparo para un viaje largo, me di unos disparos con mi spray de los ataques de pánico y me puse los auriculares.