martes, 29 de marzo de 2011

El retrato de Gordian Girl

El psicólogo fue tajante: mi problema con los kilos era que no tomaba conciencia de lo que comía. “Debes observarte mientras comes”, ordenó. Y como soy muy literal, me compré un espejo y lo puse en una silla del comedor que está frente a la mía.

Los primeros días fue raro. Me daban ganas de convidarme, dejé de mojar el pan en los líquidos del plato y empecé a cuidarme de mis propios modales.

Después me empezó a gustar. Un día, casi sin querer, me deseé “buen provecho” y comenté en voz alta que la carne estaba un poco dura. A la tercera semana me pasaba hablando todo el almuerzo y casi no comía.

Al poco tiempo, la mujer que almuerza conmigo me dijo que estaba demasiado flaca. "Creo que unos kilos más te sentarían mejor", sentenció.

Me angustié. ¿Cómo hacía para engordar? “Se lo preguntaré a mi psicólogo”, pensé enseguida. Y me di cuenta de que había dejado la terapia.

jueves, 10 de marzo de 2011

Oda a la inconsistencia

Si me decís, "¿vos qué envidiás?", yo te respondo: “a los contertulios de Cotelo”. ¡Cómo me gusta la gente que tiene una opinión formada! Envidio a esas personas a las que les resulta fácil ver qué está bien, qué está mal y por qué. Yo soy muy inconsistente.

Por ejemplo, un día fui a construir a un cante con los de Un Techo Para mi País, convencida de que estaba bueno lo que hacían. Pero después me hicieron ver otra cara de la cosa y lo precario de las construcciones. Y pensé: “Pa, no está bueno, no”.

Otra: hace poco Kari me pregunta qué me había parecido La Catalina con lo de la violencia y le digo que me gustó mucho.

-Para mí no está bueno que hagan toda la parte recitada con el mensaje de que la violencia está en todas partes, de que está en todos los barrios, y después canten solo desde la voz del marginado- argumenta ella.

- Pa, sí. Tenés razón. Eso no está bueno, no- admito.

Otro día vengo en el ómnibus por avenida Italia y veo un circo. “¡Un circooooo!”, me grito para los adentros. Y me alegro y pienso: “¡Qué divino! Voy a traer a mi sobrina”. Y lo siguiente que veo es un cartel que dice: “CIRCO = MALTRATO DE ANIMALES”. Y ahí digo: “Pa sí, tienen razón. Es horrible que haya circos. No está bueno, no”.

Y así con casi todo: la energía atómica, la legalización de la marihuana, la cuota femenina en las listas… Me gustaría ser más consistente y concluir cosas y sostenerlas. Pero no me sale.

Mientras me esfuerzo, trato de revalorizar una de mis pocas consistencias, algo que mantengo desde la adolescencia:
Habíamos quedado en que pintarse las uñas de los pies era horrible, ¿no es cierto muchachas? ¿Por qué ahora todas me cambian de opinión?

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un caso típico de negación

En terapia uno aprende muchas cosas. Por ejemplo, conceptos como la negación, la proyección, la transferencia y esas cosas. Y también se contagia un poco del lenguaje de los psicólogos.

Uno puede detectar a un terapiado si lo escucha decir frases como “tenés que resignificar ese lugar”, “desde el lugar donde ahora estás parado”, “si te mueves desde ahí”, "hacerse cargo", "poder conectar con" y cosas así…

Ahora ellos tienen una moda como de partir palabras y usar los prefijos enfatizados con una pausa. Tipo re / posicionarse, pre / ocuparse, sobre / dimensionar...Y uno habla con sus amigos y de repente se descubre cortando las palabras. Se revelan así las horas de diván que te dejan des / legitimado como hablante librepensador.

El otro día le estaba contando a mi pisco sobre mi encuentro con un hombre y él interrumpió el relato para preguntar:
— ¿Orgasmaste?
— ¿Qué me estás preguntando?
— Si te molesta, no tenemos que hablar de eso.
— No, no me molesta. Lo que te digo es que no podés preguntar así. No existe decir “orgasmar”. Eso no es un verbo.
— El lenguaje es un organismo vivo, en permanente cambio…
— Sí, sí… Pero no se puede conjugar “orgasmar”. ¿Cómo conjugo? Yo orgasmeo, tú orgasmeas, él orgasmea, nosotros… bueno… a esta altura ya necesitaríamos un baño.

Me mira serio. No le gusta que lo corrija ni con bromas. Agrega:

— Se puede decir tú orgasmas, él orgasma…
— Ah sí sí… cómo no… ¡Y el pretérito! ¡Dios mío! ¿Orgasmé? ¿Orgasmeé? No, hombre, no. El lenguaje está vivo, sí, pero si te oye esto creo que se suicida.

Me sigue mirando serio. Permanece callado. Yo ya quiero liquidar el tema y sacarle presión.

- Ehhh. No sé... Si querés te sigo contando de este hombre, que me des/ubicó, pero no voy a conjugar “orgasmar”. Vos pensarás: "Ahh, un típico caso de negación psicológica". Puede ser, puede ser, te lo concedo... Indudablemente, en el fondo, para mí es muy difícil poder hablar del lenguaje como de una cosa viva.

martes, 8 de marzo de 2011

Hipocondríaca

Siempre me pasa lo mismo y no aprendo. No se puede decir liviandades sobre cosas serias. Esta vez estábamos ya acostadas en Aguas Dulces. Y el rancho era todito de paja. 100% paja.

-Yo soy hipocondríaca- digo para todas.

-Sí, ya sabemos. ¿Qué te pasa?- preguntó Vicky.

-Que alquilaron un rancho todo de paja y creo que acá es donde habitan las vinchucas que te dan Mal de Chagas.

- Eso es en las casas de barro.

-Las de adobe y las de paja- insisto.

-No, es en el campo, en las de barro. Y acá no hay vinchucas.

- Por las dudas voy a dormir con los ojos tapados, porque dicen que te pican alrededor de los ojos. Me voy a poner esta media en la cabeza, y de paso no me despierta la luz cuando amanezca. ¿Ustedes no estudiaron Mal de Chagas?

Se quieren dormir y no me dan bolilla. Entonces empiezo a divagar:

-¡Seis años enseñándonos Mal de Chagas e hidatidosis en la escuela! ¡Por Dios¡ ¡Para qué, decime vos! ¿Qué chances tiene un niño de ciudad de contagiarse hidatidosis? Yo jamás conocí a nadie que tuviera. Y nunca en mi vida vi una achura cruda. Ni cruda ni cocida, creo. Es más, estoy dudando de que realmente exista la hidatidosis. En vez de enseñarnos sobre la obesidad, las contracturas, la celulitis… tipo, las cosas que nos iban a pasar seguro, nos enseñaban sobre quiste hidático. Espero que hayan cambiado los programas. Hablando en serio, para mí que la hidatidosis es un invento. Nunca escuché de una sola persona que tuviera quiste hidático.

-Mamá tuvo- me corta Vicky-. La operaron tres veces.

Silencio. Cri Cri. Agarro la media, me tapo los ojos y digo que me duele el pecho. “¿Me irá a dar un infarto acá?”- pregunto.