miércoles, 27 de febrero de 2008

lunes, 25 de febrero de 2008

Remedios caseros

Cuando empezamos a salir de vacaciones, supimos que me hacían mal los viajes de ruta. Vomitaba. Ni la pastilla para mareos ni el ayuno previo daban resultado. Había que parar el auto cuatro o cinco veces y agarrarme la frente.

Un día alguien le dijo a mi abuela que lo mejor era llevar limón cortado en trozos, que yo debía ir chupando en el viaje. Y el método se institucionalizó.

- ¿Cargaste las valijas?
- Ya están
-¿El Atari?
- También
- ¿El limón de Maru?
- En la bolsa.

Nunca disminuyó la frecuencia de mis vómitos, pero nadie pensó que el limón no era efectivo. Al contrario, adjudicaban la falta de resultados a que yo seguramente no chupaba lo suficiente.

- Trate de no sacárselo de la boca mija, me pedía mi abuela

Pero íbamos hasta la Barra del Chuy y por camino de balasto. Yo ponía voluntad, pero de a ratos necesitaba respirar un poco sin ardor en la boca.

No tengo claro en qué año dejé de vomitar en los viajes. Sin embargo recuerdo bien de algo que pasó mucho tiempo después. Yo estaba en cama y el médico vino a verme a casa. Me recomendó no hacer esfuerzos.

- ¿Puede tomar té o café ?, preguntó mi madre.
- Sólo té. Pero que sea sin limón. Porque el limón es vomitivo.

Los de casa nos miramos en silencio. Todos pensamos lo mismo, pero ya no era tiempo de reproches.

domingo, 24 de febrero de 2008

Domingo


  • Papá lava el auto y yo las muñecas. Les pongo champú de verdad.
    “Te juro que estoy poniendo poquito, mami. No sé por qué hace tanta espuma... Yo puse poco”.

sábado, 23 de febrero de 2008

Manchada

La mejor docente de mi escuela, un ícono de la institución, fue maestra de mi hermana. Le voy a decir Mé. Mi hermana me hablaba de ella como se habla de un ídolo y yo aprendí a quererla antes de conocerla. Por eso me emocioné cuando supe que también iba a ser su alumna. En mi historia de estudiante hubo varias figuras de culto, pero la maestra Mé fue la primera, y acaso la más grande.

Cuando el carné con el “Sote Felicitaciones” (de letra y puño de la maestra Mé) había cumplido ya unos 20 años, la vida me puso en un encuentro furtivo con su hijo. Me contó que sus padres estaban de vacaciones y me invitó a su casa. “¡Dios! Pero es la casa de la maestra Mé”, caí en la cuenta, tratando de ocultar mi dilema. Siempre me había preguntado cómo sería su mundo, sus adornos, sus cosas… Ahora tenía la oportunidad de verlo todo y me daba miedo.

- Vamos al cuarto grande porque en el mío hace calor, me dijo.
- Yo no tengo calor, al contrario, busqué persuadirlo.

Pero el hombre ya estaba con los pies descalzos arriba de la cama grande. La cama de mi maestra Mé.

Traté de no mirar demasiado los portarretratos donde aparecía con la túnica de los actos y el prendedor enorme con forma de flor que usaba cuando no se ponía la escarapela. ”Que este muchacho me perdone, pero yo no me puedo desnudar en la cama de la maestra Mé”, pensaba.

- ¿Estás bien?
- Sí. Con un poco de frío…
- ¿Apago el ventilador?
- No, no. ¿Y si vamos a tu cuarto?
- Nooooooo!, exclamó, y me hizo sentarme de frente a él.

Quedé mirando la pared, casi “cara a cara” con el crucifijo enorme, de plata maciza, idéntico al que colgaba en el dormitorio de mis padres.

- Si no apagás la luz ahora, me voy a mi casa, le advertí.

Obedeció sin preguntar nada. Por sus caricias, deduje que buscaba una malformación, un tatuaje o algo así. La mancha estaba en toda parte, pero nunca hubiera podido verla.

- ¿Pasaste bien?
- Bueno Muy Bueno, bromeé al despedirme. Pero tampoco entendió.

jueves, 21 de febrero de 2008

Normalita

Amanecí casi al mediodía en la casa de la playa. Él estaba levantado desde temprano. Me esperaba con el mate pronto y una bolsa de bizcochos, me contó.

Tomé un mate y me extendió la bolsa.
- ¿No te gustan?
- Es que no como, expliqué, tímidamente.
- ¿No comés bizcochos? ¿Por qué?
- Tienen grasa animal. Se pega al paladar.
Hubo un silencio. Me miró serio, respiró hondo y se animó a preguntar:
- ¿Siempre fuiste así o en algún momento de tu vida fuiste… ?
- ¿Normal?, lo ayudé
Asintió con la cabeza.
- Fui. Cuando era niña fui normal, confesé.

El cuerpo… ¿aguanta?

La profe soltó las pesas, enojada, y apagó la música. No sé a quién habrá mirado (por suerte no fue a mí) y empezó a decir que había que terminar los ejercicios, que no se podía abandonar a la cuenta de veinte. “Es una cuestión de actitud. Hay que hacer hasta el final... Y esto no vale sólo para la clase de gimnasia. ¿Estamooooos?”, preguntó fuerte.

Todos en silencio. La mirábamos, quietitos. La arenga siguió y fue subiendo de tono: “Esto que les digo es para la vida. No abandono antes de terminar. Sigo, sigo, sigo, sigo… como en la vida. Hasta el final. ¿ESTAMOOOOS?”. Y repetía, casi gritando: “ESTO SE LOS DIGO PARA LA VIDA EN GENERAL”.

Los gimnastas, todos entrados en años y canas, la escuchábamos. Nos secábamos la transpiración despacito, sin dejar de mirarla. Nadie decía nada. Ella remató con un convencido: “el cuerpo aguanta”, prendió la música y empezó a dirigir el siguiente ejercicio.

Yo me deseé suerte a mí misma (porque ni fracturada iba a dejar de completar esa serie) y empecé. “En cualquier momento cae redondo alguno y va a haber que llamar a la Coronaria”, pensé. Y ella temió lo mismo, porque a los pocos minutos volvió a bajar la música y dijo en voz baja: “Si alguien se siente mal, por supuesto que puede dejarlo”.

Estuve tentada de contestarle “COMO EN LA VIDA EN GENERAL”, pero preferí el silencio. Como siempre.

¿Una raza?

Pats me pasó un blog recomendado pero no pude leer demasiado. Quedé como en shock y no logré pasar de la presentación. Lo escribe una argentina. Dice: soy periodista, gano muy mal, tengo 30 años y unos cuantos kilos de más. Pronto se casa mi hermana y en mi familia apuestan a que no voy a tener novio. Empecé una dieta.

Más o menos hasta esas ideas llegué, cuando reaccioné: “¡Dios! Somos una raza desperdigada por el mundo y no lo sabemos. Somos una nación sin tierra”. Pero al minuto caí en la cuenta de que en realidad yo no tengo nada en común con esta mujer. Estoy a punto de dejar mi profesión, hace rato pasé los 30, me decidí a comer (al menos) cuatro chocolates por día y mi hermana va en el segundo matrimonio.

Amiga argentina, como dice la canción, todo puede estar mucho peor.

lunes, 18 de febrero de 2008

efecto "buena chica"

”Buena chica” me dejó un comentario muy lindo en este blog. Yo lo leí en la oficina (atención niños: no está bien leer blogs en el trabajo) y me puse contenta. Lo compartí con mi jefe y en ese mismo momento, él se decidió a crear su blog (tampoco deben hacer esto en horario de trabajo). Para mí se sumó entonces la alegría de poder enseñarle algo en la compu; acaso por primera vez. Como mi jefe no sabía qué escribir, puso una dedicatoria a su esposa e hija. Les dijo que ocupaban todo el tiempo de su cabeza, o algo así. Entonces la alegría llegó a su esposa. Y dentro de seis años, cuando aprenda a leer, su hija se va a poner contenta al ver lo que su padre escribió cuando ella estaba recién nacida… Y todo eso por unos renglones de “Buena chica”, que vienen a recordarnos cómo podemos generar cuatro alegrías de un plumazo, o en este caso, de un “postazo”.

jueves, 14 de febrero de 2008

envidia

No sé ustedes, pero yo conocí la envidia cuando era muy chica. En segundo de escuela. Mi compañera de banco (le voy a decir C) era muy linda, se sacaba Sote en todo y los días de acto le ponían unas medias con puntilla divinas. Pero no fue eso lo que hizo nacer mi envidia.

La primera vez que uno tiene un sentimiento como ese no es fácil de olvidar. Lo mío fue el lunes después de vacaciones de julio. Me senté y saqué mi cartuchera. Apoyé el lápiz en la ranura del banco y le puse la goma y el sacapuntas pegaditos, en ángulo, como formando algo.

C demoró. Tenía muchos útiles lindos y mientras me contaba que había estado el fin de semana en Montevideo, sacó un sacapuntas enorme con forma de hamburguesa. ¡Dios! Fue el sacapuntas más lindo que vi nunca. Enorme. Igualito a una hamburguesa con mucho relleno. Lo recuerdo todavía y se reavivan mis ganas de poseerlo.

Pasmada, sabiendo que nunca en Treinta y Tres iban a vender uno así, me resigné a preguntarle:

- ¿Te lo compraste en Montevideo?
- Sí, me lo regaló mi mamá. Me lo compró en Ta.Ta, creo.

Me mostró cómo los restos de lápiz quedaban adentro. Yo nunca había visto ese sistema. Después ella lo abría y tiraba todo en la papelera… El mío era de metal, gris, tiraba la basura en el acto y por todas partes.

Cada vez que alguien de mi familia venía a Montevideo, yo aguardaba ansiosa que me llevaran mi sacapuntas con forma de hamburguesa. Me llevaron con forma de pancho, de muñecos, de animales… pero nunca el que quería.

Esta navidad, Papa Noel me regaló un porta CD que es una hamburguesa enorme. Como canta Milanés, no es perfecta, más se acerca, a lo que yo, simplemente soñé .

martes, 12 de febrero de 2008

ocho horas

No fue por los mártires de Chicago, pero abandoné la jornada de 12 horas. Al final trabajaba más que el Sol. En este momento debo ser la única cristiana que, al tiempo de poner el despertador a las 06.00 am, se siente de vacaciones. Lamento por los vecinos, que ya se habían acostumbrado a tener los primeros sueños con el sonido de mi lavadora o mi Epilady.

De Flaubert para mi amiga, mi fiel lectora

“Existe un momento en las separaciones en el que la persona amada ya no está con nosotros”

otro santo...

Victoria es una niña para mí. Es verdad que es madura pero es vergonzosamente menor menos de 25. Y pensé que ella me podía llevar el apunte para ir a un taller de títeres el jueves. Me contestó que no podía. “Es San Valentín”, me explicó.

Mmm Y yo pasaré otro San Valentín sola. Menos mal que de los 30 anteriores ni me enteré.
Por lo pronto, si el próximo año ando en amores, tendré un títere para regalar.

viernes, 8 de febrero de 2008

gremios y vedas

Además de tener toda una lista con requisitos del hombre ideal, hay gremios que considero vedados para el amor. Sin entrar en los clásicos (políticos, militares, médicos, futbolistas… en fin… esos que nadie quiere), mis gremios prohibidos no tienen un claro por qué.

No me gustan los murguistas, los ciclistas y los productores agropecuarios.

Sobre el rechazo a los murguistas puedo conjeturar que me recuerdan el deprimente final de los casamientos, cuando mi padre se ataba la corbata en la frente mientras tarareaba “Se vaaa, se vaaaaaa la murga, los asaltantes se vaaan”.

A los ciclistas les puedo reprochar las semanas de turismo escuchando la infame: “ Ru Ru Ru… Rutas de América es color”.

Y los productores agropecuarios no sé… Se me hacen apegados a la materialidad y mal hablados.

Sin embargo esta semana fue removedora en materia prejuicios. Me enteré que Álvaro Garcé escribió letras de murga, tuve que editar entrevistas a murguistas muy dignas de publicarse y, por si esto fuera poco, conocí en Internet a un productor rural que escucha a Dolina.
Cosas que pasan, diría Larrade…

Si mañana me entero que Milton Wynants entrena escuchando a Fernando Cabrera, tendré que revisar mi sistema de vedas.

lunes, 4 de febrero de 2008

Hay golpes en la vida... yo no sé

Hoy vi una cana en mi cabeza. No puedo relatar la sensación que ella me provocó, pero confío en que mi expresión de angustia la haga persuadir a sus hermanas para que no salgan antes de mi próxima tinta. Y que Dios bendiga a Loreal.

sábado, 2 de febrero de 2008

Con razón…

Mi madre me llama para saber cómo hemos estado. Ayer mi hermano se vino a mi casa por un tiempo, recién separado de su novia.
- Todo bien mami. Sólo te voy a pedir que mientras esté acá, por favor no le mandes milanesas para freír.
- ¿Pero por qué? ¿Qué le voy a mandar si no?
- Ah… No sé mami. Pero hay dos olores que no soporto: el de las frituras y el de la carne vacuna. Si le mandás milanesas, me metés los dos juntos en casa.
Mi madre se enoja.
- Le hubieras avisado al pobre que no iba a poder hacer naaada y tal vez le pedía a otra persona… Y cuelga, pensando, sin decirme: “Con razón no tenés novio”.

A los cinco minutos entra mi hermano y le conté la charla “Olores vacunos”.
- Ah… Con razón. Me acaba de mandar un sms diciendo que averigüe sobre préstamos hipotecarios.

viernes, 1 de febrero de 2008

contra el miedo al ridículo

Entro a la sucursal del Banco República, enorme, exagerada, como casi todas las de esa entidad financiera... Exagerada como la fila de gente que estaba esperando y como la altura del recepcionista.

El hombre contestaba con la misma frase a las preguntas (tontamente esperanzadas) de todos los que entraban: “Sí sí.. Esa es la única cola”.

Éramos unas 100 personas paradas, aburridas y medio inmóviles. En un momento, el hombre en cuestión, con su aspecto de Security venido a menos, saca un pote de crema Nivea (la de la lata azul) y se empieza a untar ahí nomás. Primero las manos y después la cara. Al principio quedó todo blanco pero después la fue desparramando, paciente, hasta quedar bien brillantito.

Los de la cola lo mirábamos. Yo me sentí abolutamente superada. Porque un día que me olvidé de llevar los championes al gimnasio y entré a la sala de aparatos con botas de taco, quedé convencida de que iba a quedar puntera en la lucha contra el miedo al ridículo... Pero no. Hay gente que me lleva ventaja.