domingo, 26 de abril de 2009

Dar y recibir

Hay gente que tiene problemas para dar. Hay gente que tiene problemas para recibir. Hay gente que tiene ambos problemas y hay quienes no tienen ninguno de los dos. Deben de ser los felices, intuyo. Los que dan y reciben con naturalidad.

Yo tengo problemas para recibir cualquier cosa: abrazos, mimos, regalos, elogios. Todo me parece inmerecido, o al menos, tengo el impulso de redoblar la apuesta y dar el doble.

Los aficionados al dar no somos buenos, sino soberbios. Tenemos la fantasía de ser espiritualmente superiores. "¿Así que vos me das esto? ¡Ja! ¡Mirá lo que te doy yo! ¡Mirá si seré más bueno!"

Últimamente he pensado en este tema cuando voy al masajista. Porque se me hace una tortura recibir tanta caricia placentera y no poder decirle:

- Ta. Ahora acostate vos que yo te hago.

Y como no puedo masajearlo empiezo a bendecirlo en silencio. A modo de oración, con cada caricia suya, pienso:

"Que Dios te bendiga, que seas feliz siempre, que se cumplan todos tus deseos, voy a mandarte a todos mis amigos para que se atiendan con vos acá y tengas mucho dinero…".

Entonces me siento taaaan buena, que se me empiezan a ir las contracturas.

lunes, 20 de abril de 2009

Hombres de feria

Con Kari tengo tres tipos de conversaciones. El 3% se destinan a definir el lugar a donde vamos a salir. El 95% son sobre los hombres con los que hemos salido o nos gustaría salir. El restante 2% son quejas mutuas sobre el clima, la vida moderna y los dolores menstruales.

Definir el lugar de salida nunca es fácil.

karina dice: ¿Hacemos algo hoy?
maru dice: Dale
karina dice: Ta. Decidí vos. ¿De qué tenes ganas?
maru dice: De bailar !!!
Karina dice: Ni en pedo. Quiero algo tranqui…
Maru dice: Ok. Entonces decidí vos
Karina dice: Bueno, no sé. ¿A dónde vamos? ¿Vos qué decís?
Maru dice: Yo quiero bailar, así que decidí vos.
Karina dice: Ufa… siempre tengo que decidir yo.
Maru dice: (silencio)
Karina dice: ¿hacemos algo o no?

Una vez que superamos esto (que no siempre pasa) nos dedicamos al 95%. Los egoístas, los mujeriegos, los posesivos, los depresivos, los miedosos, los buenos, los malos y los regulares…

Una noche me estaba describiendo al hombre que quería y dijo: “Quiero a un hombre me agarre la mano en la feria”. Lo recuerdo perfecto, porque me resonó en todo el cuerpo. La frase le salió con un tono y una dulzura que me conmovió. Y aunque yo detesto la feria, adopté la frase para mí.

Cada vez que salía una charla sobre el amor, yo buscaba el mejor momento para decir: “quiero a un hombre que me agarre la mano en la feria”. Y la declaración siempre generaba empatía, aunque a veces alguien retrucaba:

- ¡Pero si vos no vas a la feria¡
- ¿Y eso qué tiene que ver? El tipo de hombre es el mismo- argumentaba yo.

Ayer estaba chateando con Karina sobre su hombre. Ella cree que ahora tiene al que quiere. Le dije que me alegraba y le recordé su antiguo deseo:

Maru dice: Llegó el hombre para tomarte la mano en la feria.

Tuve que leer dos veces cuando vi:

Karina dice: ¿qué feria? Yo detesto la feria. No voy nunca.


Esperé unos segundos pero no me recuperé.

Maru dice: ¿hacemos algo hoy?

jueves, 2 de abril de 2009

Cría cuervos...

Avanzaba plácidamente por la plaza, en ese estado Zen que mantengo las semanas posteriores a los cursos existenciales… Sintiéndome una con el Universo, caminaba despacio, disfrutando de la brisa y atendiendo a la respiración. Tan despacio iba, que dos ancianas caminaban del brazo delante de mí.

Supuse que eran madre e hija. Y que la hija había sacado a pasear a su madre, que ya camina con dificultad y es haragana para salir. Me acordé de mi madre, que siempre me pregunta: “¿Quién te va a cuidar cuando seas vieja si no vas a tener hijos?”… Una pregunta que siempre tiene la misma respuesta: “Secom”, mami. Tener un hijo para ahorrarse el enfermero no es negocio.

La que sí se ahorró el enfermero es la anciana que camina en la plaza, sostenida por su hija. La hija la apuntala, le acaricia el brazo, le habla bajito. La madre debe de tener 80 y la hija 60…

La escena empezaba a conmoverme y la idea de mi madre parecía cobrar sentido cuando, de repente, la hija leyó un cartel en un árbol. Se soltó el brazo y salió disparada rumbo al árbol, hecha una fiera.

La anciana quedó desconcertada, sola, tambaleante. Yo pensé en tomarle el brazo pero preferí apurarme a leer el cartel; lo que hice justo antes de que la airada mujer lo arrancara de un manotazo. La leyenda decía “Magia Negra” y tenía un celular.

Mientras esperábamos inmóviles el regreso de la hija, que venía cartel en mano, estuve a punto de hablarle a la doña para entretenerla: “¿Vio? Eso es para los que aseguran que el “bien común” va siempre de la mano del individual”. Pero no le dije nada porque venía en Zen. Sólo recordé a Secom y volví a elegir el cuidado de “tu mejor compañía”.