viernes, 12 de noviembre de 2010

cortar por lo insano

El psicólogo no le da importancia. Y mamá insiste en minimizar el tema, pero yo creo que es verdad lo que digo, que algún daño psicológico me tiene que haber dejado el corte de pelo que me hacían cuando era niña.

He intentado hablarlo con mamá, pero ella se niega.
- Vos decime la verdad, mamá. Porque si vos deseabas mucho tener un varón y justo ahí nací yo y por eso me cortabas el pelo así… ta, yo te voy a entender. Pero decimelo.

- No quería un hijo varón. No digas pavadas. Es que… ehhh… Te lo cortaba así por el calor. Para que no pasaras calor.

- Pero mamá… Mirá esta foto: acto del 19 del junio, jura de la bandera y yo pelada. Mirame acá: 18 de julio, pelada.

- Ehhh… Es que vos siempre te agarrabas piojos cuando eras chica. Por eso te lo cortaba, ahora que recuerdo…

- Tuve una sola vez, mamá. Lo sé perfecto porque me pusiste flit y después te asustaste, ¿te acordás? Mi hermana sí siempre tenía piojos y vos me mandabas a pasarle el peine fino... Y ella usaba el pelo largo.

- No entiendo. La verdad no entiendo por qué me venís a esta altura de la vida con esa estupidez…

- Es que yo creo que quedé afectada. Por ejemplo, en la escuela, cuando la maestra nos preparaba para la fiesta de fin de año, a mí siempre, siempre, me tocaba hacer de varón. No tengo una sola foto vestida como una nena. Siempre tenía que ponerme bigotes o barba o las dos cosas. Y el pibe que me gustaba bailaba con una niña llena de flores mientras yo tenía que hacer de negro candombero y ponerme galera... Y ta... Ahora creo que eso me afectó... Y que es por eso que sigo actuando como los varones en muchas cosas.

- ¡Qué tontería! Además te elegían para hacer de hombre porque eras grandota. No por el pelo. Andá a hablar con tu psicólogo, andá...

El psicólogo tampoco me da bolilla. Y eso que trato de transmitirle lo grave que era la sensación:

- ¡Imaginate cómo sería mi angustia que me empezó a gustar Perales. Porque cuando venía la parte de “Que canten los niños/ que alcen la voz/ que hagan al mundo escuchar”, ahí ya podía sacarme el bigote.

Él asegura que no es muy probable que en mi psiquis haya operado un cambio de rol por tener el pelo así… No sé... Pero te digo, en las fiestas familiares, cuando ponen esos power points con fotos y música y aparezco yo de niña, siempre hay quien pregunta ´quién es ese nene´. Yo me hago la boba y digo que no sé. Y si alguien me delata lo niego a morir. Cómo los varones.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Consideradas

Gimena es mi compañera de caminatas por la rambla. En esta época el gimnasio se llena y es horrible. Me desagrada el vestuario atestado de ansiosa adiposidad y olor a Siempre Libre. Prefiero caminar por la rambla y charlar con Gimena.

Hace unos días encontramos una feliz coincidencia, pero no la decimos a nadie, porque queda mal: nos embolan los alérgicos. Obvio que tenemos gente querida que es alérgica. Y sabemos que no tienen la culpa y todo. Pero pensamos lo mismo: “si sé que sos alérgico, no me voy de vacaciones con vos, por ejemplo”.

Despertarse en un hostel de mala muerte y que tu compañero arranque a estornudar cuando se despierta… ¡ahhh qué embole! Ponele que vos estás resaqueado, por ejemplo, y querés seguir durmiendo. Y el otro dale que te dale... ACHÚSSSSS. ACHÚUSSSSS.

Vos no decís nada pero pensás: “¿Por qué no vas a terapia, mi viejo? Porque tu resistencia a despertarte evidentemente es como importante”.

Pero no hablás. Querés dormir. A lo sumo le preguntás si tiene Kalitron y te tapás disimuladamente con la almohada. Porque el alérgico en general no se va de la habitación, no es consciente de su condición. Incluso, a veces, parece que hasta ostenta o te quiere hacer participar. “ACHÚUSSSSS”.

Con Gimena hablamos de esos temas en la rambla. También criticamos a los gimnasios que usamos en invierno. Sobre todo a esos que le ponen el prefijo “body” a todas las clases, donde las profes te preguntan el nombre, como para ser tus amigas, sabiendo que lo olvidan al instante. O te preguntan si tenés problemas de rodilla sabiendo que van a hacer la misma clase de siempre. Pero ta, queda bien preguntar. Es como considerado. Como hay que ser considerado también con un alérgico.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Teoría irremediable

Hay cosas de las que siempre me cuido especialmente: respetar unos principios budistas, no decir malas palabras y no hablar sola (esto porque me da miedo la gente que habla sola).

Pero el tamaño y la negrura de la araña que había ayer en mi pared me hicieron fallar a todos mis principios. Me salió un: “¡Qué hija de puta!”, irremediablemente. Y la aplasté con saña.

Yo tengo muchas teorías poco creíbles sobre muchas cosas, pero la explicación que me dio Sol sobre la aparición de la araña me dejó pensando.

Porque mis teorías son demasiado básicas. Yo sostengo, por ejemplo, que si dejás corrido el plato del microondas y queda girando fuera de su eje, y lo dejas mucho rato y gira y gira, en un momento el microondas explota.

O que si aguantas bastante la respiración cuando te toca ir a la mutualista, y no bostezas por ejemplo, tenés menos chances de agarrarte una peste.

O que las cáscaras de los vegetales seguro son todas nutritivas, porque Dios o quien sea que nos hizo no pudo preveer que el hombre iba a inventar el cuchillo. Yo sostengo cosas así, poco comprobadas.

Pero la teoría de Sol me dejó pensando. Ella dice que los animales que vemos están relacionados con un pensamiento que tuvimos.

“Por ejemplo, un niño inocente seguramente, al mirar el entorno, ve ardillitas o conejitos. Cuando uno tiene un pensamiento alegre seguramente ve una mariposa o un pajarito. Pero cuando pensás en algo malo, ves, por ejemplo, cucarachas… Es como que el pensamiento se materializa en un animal. ¿Entendés?”, me pregunta.

“Sí, más o menos sí", le dije. Entonces me acordé de que venía pensando en un tipo que conocí cuando vi a la araña. Y no quise sacar conclusiones.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Confusión astronómica

Siempre creí que las mujeres que leían Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus eran, al menos, un poco tontas. Pero claro, después la soltería sostenida te va haciendo experimentar cosas horribles. Decís: “ta, capaz que me estoy cerrando por prejuicio y esto me puede ayudar”... Un camino sin retorno…

El último año, siempre que iba a la librería, preguntaba el precio de ese libro.

- Disculpá, te hago una consultita. Por casualidad tendrás uno que se llama… pará. (Ahí sacaba una libreta y hacía como que leía, con tono de extrañamiento) “Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus”. ¿Puede ser?
- Sí, lo tenemos, me decía el tipo. Y me contaba el precio.
- ¿No tenés una edición más barata? Porque es un encargo y me djo que no gastara más de 300.
- No. Es la única.
- Ta, ta. Entonces no.

Hace un mes encontré el audiolibro en Internet. ¡Qué demás!, pensé y me lo bajé.
Siempre que hago esas cosas me viene un pensamiento horrible: pienso que puedo morirme ese día y que luego vendrán mis familiares y amigos a hacer el inventario de mis cosas y se desilusionarán de mí.

Supongo, por ejemplo, que dirían:
- “No te puedo creer. Mirá. Se había bajado el audiolibro de Los hombres son de Marte. Se ve que ya estaba mal la pobre…”.

Pero vencí esa paranoia y lo bajé. Lo guardé en el escritorio incluso, como para que lo vieran de entrada. Y todas las noches intentaba escuchar un poco. Pero claro, la voz del “locutor” era como un Valium. Entonces avanzaba unos minutos y me dormía.

Siempre me quedaba en la misma parte creo... Una en que el autor explica que a los hombres les gusta oír que las mujeres confían en ellos, en sus capacidades. Parece que hay que decirles mucho eso.

Estuve como quince días con el audiolibro, pero no avanzaba... Me dormía inexorablemente en la parte de la confianza. Hasta que un día me decidí. Me dije: voy a pasar de capítulo, porque al final estoy corriendo el riesgo de morirme y que lo encuentren en mi compu, ¿para qué?. Este domingo encaro, me prometí.

Pero el sábado fui a bailar y, por algún movimiento planetario, terminé en la cama de uno de los de Marte. Una vez pasado el acercamiento cósmico, con el primer haz de luz que vi en la ventana, fui al baño, llamé al 141 desde el celu y me fui.

Me fui, básicamente, porque no duermo bien en otras camas. Pero se ve que este marciano era medio raro y le gustaban las despedidas, porque cuando estaba bajando del taxi me llegó un sms suyo que decía: “Sos un tipo”.

Algo me produjo su mensaje, no sé bien qué... Pero entré a casa y mandé el audiolibro a la papelera. Después, supongo que para no desperdiciar el poco conocimiento adquirido, respondí el sms: “Me faltó confianza”.

lunes, 16 de agosto de 2010

La insoportable soledad del ser

Este año me venía pasando algo. Todos los domingos, entre las 7 y las 9 PM, quería un perro. “¿Por qué no habré comprado uno esta mañana en Tristán Narvaja”?- me reprochaba. Y prometía comprarlo el domingo siguiente.

Después, de lunes a viernes, podía ver con claridad lo malo de tener un perro: limpiar caca, sacarlo a caminar bajo la lluvia, ir al veterinario, conseguirle comida, bañarlo…Y lo más complicado, claro, el promedio de vida del perro.

Estuve googleando y vi que un perro cualquiera puede vivir 18 años. Saqué cuentas y la muerte del animal me agarraría en plena menopausia. Sería grave. ¡Otra que terapia necesitaría si su deceso coincide con el fin de mi vida fértil!

Entre el entusiasmo y el descarte canino, me pasó algo. Venía del trabajo y me paró una muchacha con acento extranjero para preguntarme por un hostal. Le digo que no sé cuál es, que me diga la calle. No se acuerda y perdió su mapa. Tiene una valija grande. Me da cosa. Le digo que vivo cerca, que venga a fijarse en Internet. Vamos a casa y charlamos. Es de República Checa y vino a estudiar por unos meses.

- Tenía tres países para elegir y dudaba: Perú, Chile o Uruguay. Luego leí a Benedetti y me dije: ese es el país.

Me lo contó de una forma que me emocionó y no pude sino decirle: “Quedate acá si querés”. Y se quedó.

Ahora mis amigos hacen bromas y me dicen que puede ser espía, asesina múltiple, traficante. Yo no hago caso. Respondo que al menos moriré defendiendo la cultura nacional.

La checa fue muy buena compañía los primeros días: hablamos de Kafka, de Kundera, le expliqué el uso del “Ta”…. Pero ahora ya se hizo amigos más jóvenes y casi no para en casa.

Por eso este domingo, a las 7 PM, seguro que me vendrán de nuevo las ganas de un perro. Pero ahora tengo un nuevo argumento para contenerme: tengo poco espacio en casa, porque tengo una checa.

viernes, 30 de julio de 2010

Devota errante

A mis padres les he perdonado casi todo. Lo que no puedo entender es que no me hayan dado una religión. Era lo mínimo y era gratis.

Cualquier imbécil tiene una religión. Yo no. Me la negaron mis padres…

¿El resultado? Desde los 25 se me va el sueldo en terapias alternativas y libros de autoayuda. Me paso la vida de “retiro” en “taller vivencial”, a cuál más lleno de loquitos. Me abrazo con desconocidos, lloro sin razón y canto canciones en sánscrito.

Debieron decir: "mija, usted va a la catequesis y sanseacabó". ¡Pero claro! Para los muy progres era mejor que eligiera cuando fuera grande.

¿Cómo no supieron que uno de grande ya está todo agujereado existencialmente hablando? ¿Cómo no pensaron que a los 21 ya no iba a creer que los muertos se van de la mano de un señor de barba, parecido a Papá Noel, a un lugar maravilloso?

No previeron, tampoco, lo duro que iba a ser para mí tener que recurrir a la prosa de autoayuda estando rodeada de amigos universitarios.Ahora ya lo superé bastante, pero el rechazo del entorno en este tema fue difícil de llevar.

Pedía que me envolvieran los libros para regalo (para evitar el juicio del vendedor) y con ese mismo papel forraba las tapas. Pero claro, un libro forrado despierta mucha más curiosidad. Tenía que decir que estaba con “Tus zonas mágicas” porque preparaba una parodia para el taller de teatro o cosas así.

Con el tiempo mis amigos me aceptaron así, devota errante. Ahora saben que desaparezco algunos fines de semana, me visto toda de blanco, no contesto el celular y llego diciendo que me voy a la India. No me hacen caso… Solo se apartan de mí en la librería pero es normal… Yo haría lo mismo.

Eso sí, en las citas con hombres en casa no manejo muy bien el tema. Cada vez que tengo una “cena”, desmonto toda la sala de terapias alternativas que tengo en el cuarto chico.

Hago volar el “Yoga Mat”, los cedés de meditación guiada y, sobre todo, la biblioteca de crisis. Escondo con mucho cuidado El Secreto, los del Dr. Dyer, Isha, Louise Hay… Todos. Hasta el I Ching escondo. Solo dejo en su lugar la silla ergonómica y la pelota de pilates... dos cosas que jamás usé, por otra parte.

Por suerte, las relaciones nunca avanzan tanto como para que alguno encuentre el Secreto real, el del mundillo ese que oculto en los placares.

Igual, por si alguno un día revisa de más, voy preparando mi defensa: “Cualquier imbécil tiene una religión. Yo no. A mí me la negaron mis padres. Pero los perdono. Porque si algo he aprendido, es a perdonar. No me juzgues por esos libros, te lo pido por Dios”.

lunes, 12 de julio de 2010

Solo por hoy

En el gimnasio me encontré con Claudia, mi amiga en Facebook, y sentí el deseo enorme de preguntarle “Y, ¿cómo anda todo por ahí? Contame algo por favor”. Pero ahí me di cuenta: nuestros amigos son distintos en la red social.

- No sabés, Claudia. Estoy cumpliendo 13 días y 20 horas sin Facebook y no sé como estoy viva.

- ¿Te salisteeeee?

- Sí, pero creo que voy a volver. No aguanto.

- ¿Pero por qué saliste?

- Ahhh… Es complicado.

Faltaba un ratito para la clase, así que le conté:

- Cuando era bebé lloraba y mamá me daba gotas para que me durmiera. Ella me lo contó. Hasta me hizo tener episodios de sobredosis con esas gotas. Después las prohibieron, no me sale el nombre… Como que te diga Paratropina pediátrica pero no eran. Eran para la tos. Y bueno, según mi teoría, ahí se me formó un carácter adictivo salado.

De niña, fueron las golosinas y la coca cola. En la adolescencia sumé el cigarrillo, la cerveza y el mate. Y después seguí sumando.

Ahora de grande tengo dos problemas fuertes: soy farmacodependiente y no puedo vivir sin Internet. Ta, tuve un breve período con el Nescafé Capuchino pero lo superé, por suerte.

- ¿Farmacodependiente de qué cosas, por ejemplo?- se interesa Claudia.

- ¡Ahhhh de todo! Especialmente pastillas para dormir y relajantes musculares, pero me gustan casi todos los remedios. La vidriera de la farmacia para mí es como una liquidación de Zara… Y esos que se llaman tipo “Dolorfin” “Aliviol”… ¡Me encantan! Pero eso lo tengo controlado. Lo peor es el Facebook. Se me fue de las manos.

- Pero si vos nunca publicabas nada…

- Pero miraba todo. Álbumes interminables de gente desconocida. 80 fotos de bebés que jamás conoceré, 50 paisajes de las vacaciones en el Caribe de otros con los que ni me hablo, 35 tomas de un asado de un tipo que trabajó conmigo en el 2000…
Hasta me colgaba a mirar todos los perros que había en El Refugio cuando posteaban que había un abandonado nuevo… Entonces dije basta y me salí. Pero es duro. Me hice Twitter, Linkedin, me bajé el skype… Estos días del Mundial tuve una abstinencia horrible. “¿Qué estarán posteando sobre el pulpo?”, me preguntaba.

Un poco por eso vengo a esta clase, para cansarme y dormirme rápido. Igual por suerte tengo pastillas. Mañana es el día 14 y, como todas las mañanas, cuando oiga el sonidito de inicio de Windows tendré que repetir como los alcohólicos. “Solo por hoy”. “Solo por hoy me conformo con el MSN”.

Claudia me mira y me dice que no me preocupe tanto, que a ella le pasa algo parecido.

- No con la Paratropina y eso, pero con el Facebook me pasa más o menos igual- me consuela.

Yo sé que lo dice de solidaria que es nomás. La conozco bien. No de la vida ni del gimnasio, sino porque era mi amiga en Facebook.

domingo, 4 de julio de 2010

Donde no hubo fuego…

Es sábado de noche, llueve y Daniel me manda un sms. "En días como este, extraño la estufa a leña". Le iba a responder "Ah, qué vivo, ¿quién no quiere una?", pero no le escribí nada, porque sé que no es así. Yo misma no quiero una.

Me encanta sentarme frente al fuego, pero tuve experiencias traumáticas con la estufa que había en casa cuando era chica. Y me trajo mala suerte, creo.

Cuando superé el miedo a las arañas que salían de la leña, a papá le vino una alergia horrible por tocar un palo de aruera. Se hinchó todo, no podía respirar y tuvimos que llamar a la emergencia.

Después, la abuela me enseñó que, para evitar eso, había que saludar a la aruera. Si era de noche, saludarla como si fuera de día y viceversa.

Yo, para prevenir más, le decía las dos cosas: "Buen día, Aruera / Buenas noches, Aruera". Y como no me daba cuenta de qué palos eran los que había que saludar, saludaba a todos.

Por eso demoraba tanto cuando me mandaban traer una carretilla con leña. Y demoraba después para descargarla dentro de casa, porque volvía a saludar a cada palo antes de tocarlo.

El tercer saludo doble lo hacía al agarrar los palos para meterlos en la estufa. Ahora que pienso, yo me debo de haber vuelto simpática gracias a la aruera.

Pero qué angustia prender la estufa. Alcohol blanco, nafta de la moto, keroseno, papel, grasita de pollo que la abuela guardaba en una lata, panceta, de todo. Quemaba diarios viejos, terminaba con el Gallito del día y nada. Siempre me asaltaba la misma duda: ¿Cómo se armarán, hablando en serio, los incendios forestales?

La sensación de ver cómo el papel de diario se extinguía, uno tras otro, sin ninguna consecuencia; la esperanza breve, el decir "ahora sí, ahora sí prende" y al segundo siguiente solo ver humo… Uff, yo creo que esa frustración, continuada a lo largo de años, me marcó para siempre.

De hecho, aunque no lo he hablado en terapia, estoy segura de que mi mala suerte en el amor tiene su origen ahí… En todos esos años comprobando que, por muy simpática que sea, no sé cómo prender el fuego.

Ahora le contesto el sms a Daniel. Le digo que empiece por conseguir una casa en planta baja, que a mí también me gustan las estufas a leña, aunque no seré yo quien le encienda el fuego. Y me despido con un "Buen día", por si acaso.

Mundialista

Maru dice: Mauri, una opinión… Me pasa algo con la selección y no termino de evaluar si es grave….
Mauri dice. ¿Qué?
Maru dice: ¿Vos qué opinás? Si una mujer, pudiendo mirar el abdomen de Forlán o la espalda de Lugano…
Mauri dice: Sí...
Maru dice: fantasea con el maestro Tabárez. ¿Es muy edípico, no?
Mauri dice: Y sí. Bastante.
Maru dice: Ta. Diré que me gusta Lodeiro.

martes, 18 de mayo de 2010

Que nunca falten...

En general mis amigos me arreglan las "primeras citas", pero esa vez fue espontánea. Entro al banco a buscar una clave para ver mi saldo por Internet. Un hombre me hace preguntas para el formulario.

Por si me falla la contraseña, necesita ingresar un dato que solo yo sepa. Me da opciones: color favorito, película favorita, biblioteca de su barrio, nombre de su maestra predilecta, nombre de su mascota…

Parecía fácil pero no era. Color favorito no tengo. Si le decía uno, seguro que al rato me olvidaba. Tampoco me gusta especialmente una sola película, en mi barrio no hay biblioteca, quise a todas mis maestras y el perro se me murió hace años.

-¿Te puedo decir el nombre de un perro muerto?
- Sí. No hay problema. Lo importante es que te acuerdes después.
- Ok. Se llamaba Iyú.
-¿Cómo, perdón?
- Iyú. "I" latina, "I" de Italia y después "yú". Vendría a ser como Kiyú pero sin la "K". Iyú.

El hombre tecléo pensando que qué tontería de nombre, estoy segura. Si no se tratara de un difunto, hasta se habría reído. Después preguntó:
- ¿Correo electrónico?
- Marujiji @..
- ¿Cómo?
- Marujiji- repetí.
- ¿Sería algo así como "Maru se ríe"?
- Sí. Puede ser. Ese correo es de la época en que Maru se reía más...

Ahí aprovechó y me empezó a hablar de la importancia de reírse siempre y que siempre hay motivos para sonreír y bla bla bla.

Llego a la oficina y tenía un correo del bancario invitándome a salir. No me acordaba si era lindo o feo. Me dije: "si fuera horrible me acordaría" y acepté.

Después de los 30, cuando sos mujer y tenés una primera cita, todo el mundo te ayuda: "Andá a la peluquería, por favor te pido", "No vayas a salir sin depilarte", "Ponete bien linda", "¿Por qué no aprovechas y te compras algo de ropa?", "Yo te acompaño", "¿Querés comprarte zapatos con mi tarjeta y después me pagás?". "Yo te maquillo, ¿ta? Voy por tu casa y te maquillo".

Si el candidato es un bancario, como en este caso, el entusiasmo del entorno se multiplica. Por eso a mamá le oculté lo del bancario. Ella se ilusiona y yo sabía que pasaría lo de siempre: voy toda acicalada, charlo, tomo cerveza, me muero de hambre porque me da vergüenza que me quede algo en los dientes, le caigo simpática al hombre y vuelvo a casa.

Casi nunca hay un segundo encuentro y por eso he aprendido a valorar los primeros: me dejan ropa nueva, la tinta hecha, las uñas prolijas y, por un rato, el placer de verme un poco más linda. Además, por si fuera poco, quedo bien depilada por un tiempo. Hasta la próxima primera cita... Es que, como dice el bancario, siempre hay motivos para sonreír.

viernes, 16 de abril de 2010

El límite Nivea

A veces, te juro, me pregunto… ¿no será que me faltó una etapa uterina en que te completás como mujer y te hacés femenina? ¿Por qué no logro incorporar cosas que todas las mujeres hacen tan naturalmente?

Dicen, y yo estoy de acuerdo, que después de los 30 te asumís más. Como que dejas de querer ser alguien que no sos y decís: “Ta. No voy a leer el Quijote entero. Listo”. O ta, ya no voy a ser famoso. Ni rico. Ni siquiera voy a hacer ese posgrado en Europa y tampoco voy a aprender chino, por mucho que aumenten las relaciones bilaterales…. Como que decís: “Soy así. Punto”.

A mí me pasó eso con casi todo, menos con los cuidados femeninos. Sigo envidiando a las mujeres que se abrochan el soutien en la espalda, se ponen crema de cuerpo y crema de manos y se sacan las cejas con regularidad.

Yo me entero de que tengo que cortarme las uñas de los pies cuando el roce me hace sangrar los dedos y se me ensucia la media. Siempre ando con un involuntario estilo Frida Kalho y, jamás, jamás, pude ponerme crema de cuerpo concienzudamente.

Compro cremas a troche y moche. Cada vez que aparece una, renuevo mi esperanza de cambiar. “Esta parece tan buena… Esta sí que me la pongo” pienso. Y me la pongo… los primeros tres días. Cuatro si ando con algún amorío.

Las cremas se endurecen. Las etiquetas se decoloran. Pero no las tiro. Las conservo. Tanto como mi esperanza de ponérmelas.

Hace rato que cumplí 30 y ya quiero decir: “Ta. Soy una mujer que no se pone cremas. Seré áspera hasta el fin de los días”. Pero no lo logro.

Yo sé que a vos te parece una pavada, pero las cremas de cuerpo, en mi vida, vienen siendo ese delgado límite que separa el aceptarse a uno mismo del querer ser mejor. Por eso me compré esta Nivea.

sábado, 10 de abril de 2010

Regresa a mí

A los gimnasios hay que agarrarles la mano, pero al final tienen su encanto. A los que son de mujeres, acuden básicamente cuatro tipos de poblaciones.

a. la población consciente del cuidado del cuerpo (franca minoría).
b. la que busca adelgazar.
c. la abandonada por su pareja.
d. la población donde confluyen b. y c.

Las explicaciones posturales de los profes, en general, van dirigidas al primer grupo. El punchi punchi, las volteretas y los saltos son para hacer sentir bien a las gorditas. Y los estiramientos, indefectiblemente, están pensados para las abandonadas.

Las abandonadas son una población fácilmente identificable:

Van todos los días.
Se quedan a varias clases.
A la semana pesan cinco kilos menos.
Al mes son otras personas.

Creo que los dueños de los gimnasios detectaron las potencialidades de la población "abandonadas" y decidieron retenerlas con un sutil mecanismo emocional: les crearon un momento de descarga. Solo así se explica que la mayoría tengamos que hacer los estiramientos escuchando la canción “Regresa a mí” (Unbreak my heart).

En ese momento preciso en que sentís que no podés más, cuando ya sudaste la gota gorda para ponerte más linda y te preguntás si vale la pena tanto esfuerzo, si vendrás mañana también… justo ahí te mandan a la colchoneta y te hacen escuchar a Toni Braxton: “Regresa a míiiiii / quiéreme otra vez / borra el dolor que al irte me dio cuando te separaste de míiiii / dime que síiiiiiii / ya no quiero llorar / regresa a míiiii”.

Muchas colchonetas se mojan por transpiración, pero no menos son las que se humedecen por las canciones lacrimógenas que nos hacen escuchar al final.

En un punto me impresiona el final de las clases… Todas ahí, tiradas en el piso, despeinadas, vestidas con camisetas con nombres de ciudades de los viajes que hicieron otros... Y pensando en hombres.

Porque las gorditas nos mimetizamos con el sentimiento de abandono. Quien más quien menos, todo el mundo puede evocar una pena de ese tipo. O como yo, desear que al menos nos suceda eso... Entonces el gimnasio tiene su momento de encanto.

viernes, 2 de abril de 2010

Mentime que te gusto

Antes, yo creía que era amorosa. Con la terapia supe que no. ¡Minga de amorosa! Parece que lo que tengo es un afán desmedido por agradar. Antes yo me gustaba, me veía buena. Ahora sé que tengo un problema: necesito de la aprobación ajena.

El otro día por ejemplo. Vengo por 18 y veo a un viejito que busca algo en el piso. Me detengo, lo ayudo a buscar la pieza de su lente y la encuentro.

- ¡Usted es magnífica!- me dice el hombre todo agradecido cuando se la doy.

Y mi primer reflejo es alegrarme, pero después pienso… pucha ¿lo habré hecho de buena o solo para escuchar que soy magnífica?

Y así todo. Ahora dudo de mi autenticidad… Porque debo admitir que mi deseo de agradar es bastante patológico. Y el primer paso es admitir, como siempre dicen.

Hace unos días me descubrí diciéndole a Marialaura:

- Pongamos que me muero mañana en un accidente. Nadie tiene mis contraseñas de correo. Mucha gente no se va a enterar de mi muerte y me va a escribir y va a pensar que soy una antipática que no responde… Yo tendría que darte mis contraseñas por las dudas.

- Bueno… Te prometo que te contesto toooooodos los mails cuando te mueras- se burla Marialaura.

- Ta. Solo espero que no te accidentes conmigo, porque entonces tendríamos que dejárselas a un tercero…

Mi deseo de agradar es bastante irrefrenable. Si me cruzo con una pareja y el hombre me mira más de la cuenta, nunca me siento elogiada o deseada. Solo pienso: “Imbécil, por tu culpa, ahora tu mujer nunca me querrá”. Y así todo.

A veces hago el intento de cambiar, pero me voy para el otro lado. Si no, que lo diga Andrea. Hace poco me pidió que la acompañara a ver un apartamento para comprar. Yo detesto el mercado inmobiliario y se lo recordé:

- Andre, yo firmé mi contrato sin haber visto la casa donde vivo. ¿Cómo me pedís que vaya a ver una para vos?

Pero insistió y, por agradarle, me subí al ómnibus con ella. Pagué el boleto y cuando me fui a sentar, reaccioné. Junté valor y arranqué para la puerta de atrás. Apreté el botón y mientras esperaba para bajar traté de explicarle medio a los gritos:

- ¡Perdoname Andre! Pero estoy pagando mucho dinero en terapia como para no trabajar estos temas. Yo odio mirar casas. ¡Entendeme!

Nunca entendió. La pobre se quedó sola en el ómnibus y yo en la vereda, también medio desconcertada... Es lo que tiene la terapia… te saca unos problemas y te encaja unos cuantos más. Tiene un lado bueno y un lado malo, como todo.

Por ejemplo, ahora ya no me veo como una amorosa, es cierto. Pero al menos puedo estar tranquila de que Marialaura contestará mis correos. Y seré simpática, incluso, desde el más allá.

jueves, 1 de abril de 2010

Una manito con el trauma

Estaba menstruando y había tomado vino, pero Andrea no lo sabía. Ignorando lo que se venía, se ofreció a acompañarme en el 121.

No me acuerdo cómo saqué el tema, pero aproveché para contarle una vieja frustración.

- A veces pienso: ya tengo 33 y nunca anduve de la mano con nadie.

- ¿Cómo que no?

- Te lo juro. Mi primer novio era como una cabeza más bajo y quedaba horrible andar de la mano. Parecía la madre. Después tuve aquel amor clandestino y menos que menos. Y el resto han sido relaciones insignificantes y horizontales.

- ¿Nunca caminaste de la mano con nadie? ¿En serio?

- Bueno, con mi madre cuando era chica. Después no.

Andrea empezó a intuir lo del vino, estoy segura, y quiso sacarle dramatismo.

- Bueno, tampoco es la gran cosa darse la mano…

- No te creas. Ahora pienso… ¿No será que el problema soy yo? ¿No será que transmito una cosa autosuficiencia o algo así?

- No creo, no.

- A veces, en los viajes de Nuñez, cuando apagan las luces y todos duermen, me vienen ganas de agarrarle la mano al que viaja al lado, a cualquiera… Te quiero decir que la gente no valora ese acto. Y no es algo que pueda hacer cualquiera. Hay que caminar al mismo ritmo, percibir al otro como un “par”... Y de alguna forma es como un símbolo de la unión pero con autonomía.

- ¿Vos estás por menstruar?- adivina Andrea.

- No, ya me vino, pero te juro que esto te lo puedo decir cualquier día: me frustra no haber caminado una maldita cuadra de la mano de alguien que me gustara.

- Bueno, ya te tocará.

- Ta. Mi miedo es ser un tipo de mujer al que los hombres no toman de la mano… Va más allá de la anécdota. Pero ta, no importa.

Nos despedimos en su parada y yo seguí unos minutos más de viaje. Estaba frente a la puerta trasera del ómnibus cuando me habla una señora. Venía cargada con bolsos y con una beba en los brazos. Mientras me señala a un nenito de unos cuatro años, me pregunta:

- ¿Te molestaría agarrarle la mano para ayudarlo a bajar?
- ¡Claro que no! - dije y enseguida me invadió el miedo.

“Este mocoso me va a hacer señas de que no quiere con la cabeza y lo voy a tener que sopapear”, pensé.

Pero no. El angelito se prendió de mi mano. Vino un semáforo y nos quedamos agarrados. Yo lo apretaba fuerte, como para que no le diera por dudar.

Cuando bajamos lo solté, le sonreí y arranqué a caminar fascinada por la magia del universo… ¡Justo ese día, después de esa charla, me toca agarrar la mano de alguien!... ¡Qué coincidente todo! Por un buen rato ni se me ocurrió pensar que la señora debía de haber viajado en el asiento de atrás.

lunes, 8 de marzo de 2010

Día de la mujer

La verdad es que me da lo mismo que me saluden en el día de la mujer. Qué se yo… No hago mucho caso. Me limito a ser educada y a decir “muchas gracias” y me abstengo de contarle a la gente que definitivamente hubiera preferido nacer hombre.

Hay algunos saludos simpáticos, es verdad, pero ninguno logra conmoverme demasiado. Este año, sin embargo, recibí uno que me dejó pensando. Decía: “Nos depilamos. Nos enamoramos. Nos deprimimos. Nos viene. No nos viene. Parimos. Los aguantamos. Por todo eso, hoy nos felicitamos”.

“Pucha”, pensé. “De esa lista, a mí solo me viene. Y ni siquiera todos los meses porque soy irregular.

No respondí el sms. Fui al baño y me miré al espejo. Por suerte, ahí estaba yo. ¡Pocos problemas tengo como para andar quedándome sin género a esta altura de la vida!

miércoles, 3 de marzo de 2010

Just do it

Hace ya unos años se instaló en Montevideo la moda de las carreras de 10 kilómetros. Primero la organizó Nike y ahora todo el mundo patrocina una de esas famosas 10 K.

Yo intenté correr. Tenía la ilusión de ponerme una de esas camisetas numeradas y, junto a una multitud vestida igual que yo, secarme el sudor de la vincha para después beber tanto Gatored como ahora bebo cerveza. Y más secreta aún, la ilusión de adelgazar para encontrar un novio.

Cambié los championes, pensando que era el tema de la cámara de aire lo que me impedía trotar más de 50 metros de corrido, pero no adelantó. No era eso. Me ahogaba.

Mi amigo Daniel, un maratonista de la primera hora, intentó ayudarme, pero se aburría. Supuestamente su rol era estimularme, pero de vez en cuando se le escapaba un comentario del tipo:

- Maru, todo bien con correr a tu ritmo, pero aquella muchacha que va allá, por ejemplo, va caminando...

Me embolé. Abandoné la ilusión de ponerme una camiseta tipo la de “Just do it” o esa que dice “Yo corrí. Corrimos todos”. Me olvidé… hasta que un buen día llamó mi madre.

- ¡No te he contado! Sabés que yo nunca había podido correr, pero ahora con tu tía salimos con un personal trainer. Corremos todos los días. Ya estamos haciendo 6 kilómetros por día. Está bueno. Deberías intentar.

Yo sé que mi madre y mi tía siempre han hecho deporte, pero están mucho más grandes que yo. No quiero decir con qué número coquetean, pero hace añares que no prestan atención a los reclames de Siempre Libre.

Me tocó el orgullo y resolví hacer el gran esfuerzo. “Si paso esos tres minutos mortales, estaré del otro lado”, me animaba. Y debería venir en el minuto y medio cuando aterricé con toda mi humanidad en las baldosas de la rambla, a la altura del Parque Rodó.

Estaba lleno de gente y mucha vino a ayudar. Yo sonreía y repetía “No es nada, no me hice nada” mientras trataba de tapar la pierna que chorreaba sangre como si me la hubiera agarrado Javier Bardem en la peli esa que hace de tarado.
...

A esa altura, la heladera de mi madre azuleaba de tanto Gatorade por dentro y estaba llena de planillas con sus tiempos de running por fuera.

- Te juro que lo he intentado mamá, pero no puedo. Definitivamente.

- No te digo que tenés que contratar a un personal, porque sé que no tenés plata... Pero tiene que haber alguien que pueda acompañarte y ayudarte. Porque la clave es encontrar tu propio ritmo. Si alguien te va a buscar todos los días, con constancia, y te estimula a salir y te ayuda a hacer el camino a tu propio ritmo, vas a ver que es muy fácil.

- ¿Qué decís, mamá? Si yo tuviera a alguien así en mi vida, ¿para qué me tomaría el trabajo de salir a transpirar? Igual no importa. Ahora andá y traéte una Gatorade y un par de copas. Ánda. Just do it.

jueves, 18 de febrero de 2010

Para admirarte mejor…

En mi condición de solterona se me puede acusar de muchas cosas, pero nunca de no ser proactiva. En realidad no busco hombres, sino que hago algo mejor: busco terapias para saber por qué ellos no me buscan a mí. Es lo que se llama ir al meollo del asunto.

Acabo de terminar un “taller vivencial”, llamémoslo así. Y la terapeuta me dio un diagnóstico terminante y un consejo fácil. Aparentemente.

- Hasta que no respetes a la figura de tu padre y lo veas como alguien que está por encima de ti, que te antecede en el orden de la vida y por eso es más grande, bla bla bla, no vas a respetar a ningún hombre. Hasta que no respetes y admires a tu padre no habrá pareja posible.
-
“Otra vez mi viejo en el asunto”, pensé. Pero callé y pregunté:

- Ta. ¿Y en concreto qué puedo hacer?
- Yo empezaría por tener en la mesa de luz una foto suya y mirarlo con mucha humildad y veneración todos los días. ¡Pero con muchísima humildad! Y tratando de sentir admiración sincera.

Llegué a casa y me puse a buscar fotos de papá. Encontré de mis compañeros de Bariloche, de El Negro, mi perro de cuando tenía diez años, de las fiestas de Halloween de la Alianza…¡Hasta de mi maestra de sexto encontré fotos!… Pero ni una mísera toma de mi padre. Ni tamaño carné, nada.

“Esta ausencia de imágenes, en sí misma, ya debe de ser grave”, temí, pero me dispuse a enmendarla y le escribí a mi hermana: “Apenas puedas mandame porfa alguna foto de papá. Estoy haciendo un collage para el cuarto. Si tuvieras algún plano contrapicado, como enfocado bien desde abajo, me quedaría mucho mejor”.

Mi hermana me respondió a los pocos minutos. “Tengo pocas fotos digitalizadas donde está papá. Te mando la primera que encontré”.

Abro el adjunto. Era del segundo matrimonio de mi hermana y eso, quieras que no, ya me dio cierta sensación de desventaja, porque yo no tuve ni segundo novio.

Los dos están re lindos y felices, pero aparezco yo, con unos diez kilos de más (había dejado de fumar ese año) y tenía puesto el peor vestido que usé en la vida. Uno rosado Barbie que vaya uno a saber en qué momento de autoflagelación elegí.

Ya estaba un poco deprimida con lo que había visto cuando noto que mi padre estaba en el escalón de abajo (la toma era en las escaleras del club). Yo tenía terribles tacos y le sacaba más de una cabeza a papá. Todo mal.

Y ahí estaba él, sonriendo y con la corbata aún en el cuello. Lo rodeaban dos mujeres con sendos vestidos. A su derecha, mi madre. A su izquierda, su segunda esposa.

Antes de cerrar el correo, le mentí a mi hermana: “Buenísima. Está bárbara. Gracias”.
Dejé la compu y volví a ver los álbumes. Se me dio por agarrar la foto de mi maestra de sexto: Yeny. Una crá. ¡Cómo la admiraba! Me animaría a decir que Yeny fue la mejor maestra de esa escuela… Increíblemente nunca se casó.

Agarré una donde aparecemos las dos con la bandera nacional y la puse en mi mesa de luz.

viernes, 12 de febrero de 2010

José Antonio II

No voy a decir que pasa siempre, pero muchos grupos de treintañeras, en un momento de la vida, van a un sex shop. Surge una excusa, una despedida de soltera, una pareja en sus intentos postrimeros, algo así.

Me tocó llamar.
- Hola, ¿quién habla?
- Gimnasio.
- Ah… ¿Ahí no es el sex shop?
- Si, también.
- Ahh. Quería saber el horario…

Fuimos. Yo había prometido, como el resto de las solteras, llevarme un vibrador. Pero no me decidía. Miraba uno de color violeta y me gustaba el color, pero el aparato…mmm.

- ¿Vos buscabas anales?- me pregunta el vendedor.
- No, no. Normales.
- Ah… porque veo que todos los que agarrás son anales. Los más chicos, los finitos como ese son anales. Los vaginales son los de este tipo, dice y señala.

- Ahhh claro- dije y agarré uno grande, fingiéndome distraída.

Pero los grandes eran recontra grandes y a mí me gustaba el color del violeta.

Todas empezaron a decir que el mío (el violeta) era una porquería, y que para llevar eso mejor no llevara nada.

- Bueno, llevate el que quieras- dijeron al final, cuando estaban listas y hartas de aquel paisaje peneano.

Me traje el violeta y lo bauticé como mi amor imposible de la adolescencia. Y mandé un sms a todos mis contactos con la novedad:

- “Tengo a José Antonio en casa”.

Me divertí un rato con las respuestas y después se acercaba la hora de abrir el paquete.

Primero pensé en cómo hacer para esconderlo cuando viniera Nancy a limpiar, mi sobrina a jugar, mi madre a hospedarse, etcétera. Y también pensé en el funcionamiento.

- Estos aparatos son a pila y deben de recalentar. Si se revientan las pilas, no quiero ni pensar.

Ya me veía en la emergencia de La Española, sometida a un legrado por derrame de una Duracel alcalina. Imaginaba a mi padre hablando con el médico, quien le explicaba que el líquido de las pilas puede durar miles de años antes de degradarse...

- Tenés que bajarte una peli- me aconsejó Daniel.

Busqué una, pero la conexión estaba tan lenta que no bajaba. Y mientras esperaba frente a la compu, empecé a desenvolver a José Antonio.

Lo abrí, lo sostuve, lo miré, le puse las pilas y lo prendí. Ehhhhhh. No pasó nada.
Cambié las pilas. Nada. Movimiento cero.

Llamé a Soledad.
- ¿El tuyo funciona?
- Perfectamente.
Me conecto al MSN y les pregunto a las demás. Todos funcionaban.

Lo agarré de nuevo y le di unas palmaditas por si era un contacto. Me sentí tentada de decirle:

_ ¡José Antonio ! ¡Querido¡ ¡Vamos José Antonio!

Pero detuve el download de la peli y les escribí a mis compañeras de compras:

“En los asuntos masculinos, incluso pagando y con asesoramiento, termino eligiendo al peor"...

La excepción es mi José Antonio real, claro. Ese, por imposible, es el único que siempre será bueno.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Enero en Montevideo

Se ve que necesitaba hablar y no lo sabía. Me percaté cuando vi la cara con que se fue Mario.

En varios años trabajando en el mismo lugar, a Mario lo habré cruzado dos veces. La primera cuando nos presentaron, hola, mucho gusto. La segunda nos habremos saludado en la escalera, cómo andas, bien, bien. La tercera lo encontré en un local de celulares.

Él estaba haciendo un reclamo porque no le andaba bien. Se oía un sonido diferente, creo que dijo. Él tenía el número 50 y la cosa venía por el 24.

Yo tenía el 54. Había llevado el celu de mamá. Si fuera el mío, claramente se hubiera quedado roto hasta el fin de sus días. Mal puede juntar voluntad de un reclamo motu proprio una persona que se cambia de habitación cuando se quema la lamparita.

- Es importante el celular también por tus hijos, claro. Vos tenés hijos, ¿no, Mario?
- Cinco. Dos de un matrimonio y tres de otro.
- ¡Cinco! ¡Dios mío!

Y ahí arranqué.

- Sabés que yo siempre dije que no quería hijos. Y creo que no quiero. Bah… No solo no quería. La primera vez que hice terapia fue por mi miedo a quedar embarazada. No podía tener sexo sin obsesionarme con eso. Y eso que tomaba pastillas y mi novio usaba preservativos, pero igual. Con decirte que he tenido muchos más Evatest que eventos sexuales… Pero sabés que el otro día estaba en el cumple de mi sobrina. Tres añitos. Divina. Estaba en el cumple y fui al baño en un momento. Y cuando me siento, paf, me vino la pregunta a la cabeza: ¿Y cómo será tener un hijo?

Aunque disimuló, sé que Mario miró el panel en ese momento para ver en qué número iba la cola: 34.

- Este año arranqué con eso. Hay días en que me digo: pero si no puedo ni con un perro. Y como quererlo, no quiero. Además, no tengo pareja. Pero viste, después entro al Facebook y mis amigos ya no publican fotos de fiestas… Son todos bebes. Entonces me pregunto si me arrepentiré a los 55.

- Siempre estás a tiempo de adoptar- me interrumpió.

- Sí, ta, pero no. Lo he pensado pero no es fácil. Además, está lo que te decía: el trabajo que dan. Yo ganas, lo que se dice ganas no tengo, como te dije. Lo que me mata es el miedo a arrepentirme. Pero no puedo embarazarme por miedo a arrepentirme de no embarazarme. ¿no, Mario? ¿A vos qué te parece?

- En sí, trabajo dan sí- me contesta, dejando en evidencia que hacía rato no me escucha. Número 43.

- En la Navidad mi tía me dijo: "Si quedaras embarazada ahora, ya no estás en edad de abortar. Porque hay tantas mujeres que quisieran tener y no pueden". Ay tía, le contesté yo, eso es como que me digas que tengo que comer todo lo que pueda porque en África hay niños hambrientos. Yo sé que no es así, pero ta, me quedé pensando. Si de repente el embarazo durara menos tiempo, tipo dos meses,sería más fácil, pero es como todo complicado.

Mario repite: "Trabajo dan sí. Eso sí"… Número 48. Le brillan los ojos y yo lo noto, pero no puedo parar.

- Mamá me dice: “A mí tampoco me gustaban los niños, pero los tuve porque había que tener. Y hoy para mí la vida no tiene sentido sin hijos”… Claro, ¡qué piola! Cuando no podés elegir no hay problema. El problema es cuando sabés que podés elegir. ¿no?

Con luminosos números rojos se prendió el "50" y Mario se paró feliz pero disimulando. Eso sí, tuvo la delicadeza de pedirme que lo esperara un momento.

Yo lo esperé. Él volvió con su celular, tratando ya de probar si estaba arreglado, y cuando se acercó, a modo de cierre, me dijo que iba a escuchar un sonido diferente, muy adentro, cuando fuera la hora.

Después me quedé pensando si estaría hablando de mi hipotético embarazo o del teléfono. En cualquier caso, no me dio su número y no lo culpo. Era enero en Montevideo, y él, por más compañero que sea, no tiene por qué andar sustituyendo a los amigos que se van a la playa.