jueves, 29 de agosto de 2013

Táperman

El tipo va de compras al shopping, vuelve a su casa y otra vez se prueba el buzo nuevo, para mirárselo bien.

Después lo guarda y se siente contento. Y cuando va a doblar la bolsa de cartón, esa que tiene asas fuertes, de repente piensa:

- Ah, mirá qué buena bolsa. La voy a usar para llevar el táper.

Y así, en ese instante, ignorando completamente lo que está a punto de hacer, sale para siempre de mi mundo amoroso, se escinde definitivamente del grupo de mis potenciales amantes.

No sé explicar lo que me producen los hombres que usan bolsita de cartón para el táper. Me deserotizan. Me decepcionan. Una voz muy fuerte me dice: “Él no. Te vas a aburrir mucho”.

A veces, incluso, llevan bolsas de marcas femeninas. Ponele que la mamá o la novia se compró un pijama o un soutien en Mariane, y después el tipo lleva su almuerzo ahí.

La bolsa me habla: “este hombre se corta las uñas de los pies todos los domingos, ahorra el shampoo, no se acuesta con la cama desarmada, usa soquetes grises, habla de pagos en cuotas y del monto mínimo de la tarjeta”.

Lo que más me espanta, creo, es la cobardía, ese miedo a poner el táper en el bolso y que algo se manche. O el apego a la bolsita, no sé. Me lo imagino preguntando en el trabajo:

-Che, ¿alguien vio una bolsa blanca con asas, la de mi táper?

Y ya con eso me dan ganas de vestirme e irme.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Los puentes de Madison

Ayer hice costillas de cerdo y le di un poco a Mengana, para que probara alguna vez ese sabor.

Comió como desaforada, como comen los perros que en su vida solo han probado pastillas sintéticas. Pero claro, hoy no quiso sus pastillitas de siempre.

Tuve que hablarle:

-Sé perfectamente cómo se siente. Date tiempo. Ya te vas a olvidar.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Sic transit o sick transit

Venía caminando por la rambla. Oí bocinas y miré pensando que era raro que me tocaran bocina, porque estaba caminando con Daniel.
Entonces vi que dos conductores se hacían señas feas y ahí me di cuenta: las bocinas en la rambla no siempre eran para mí y mis calzas blancas. Sic transit gloria mundi.

domingo, 11 de agosto de 2013

Hipersensibilidad a las frases

Me pasa que leo frase tipo célebres en Facebook y por unos días no me las puedo olvidar y empiezo a actuar distinto.

Por ejemplo: yo cuelgo la ropa así nomás. Medio que la tiro en la cuerda así como viene; a veces una media adentro de otra, o una remera adentro de un buzo.

Lo hago porque sé que el sol puede más que mi desprolijidad y que no vale la pena gastar tiempo en eso.

Es verdad que a veces gasto dinero, porque la ropa vuela, vuela lejos y desaparece. Por suerte solo me doy cuenta cuando veo fotos mías en Facebook y digo: “¿Ah, pero y este buzo que tengo acá? Nunca más lo vi”.

La cosa es que tender mal la ropa ha sido siempre una decisión de vida y he sabido pagar los precios de esa decisión. Pero viene Carla a postear la frase “Todo lo que merece la pena hacerse, merece la pena hacerse bien”, y las palabras se me quedan como un eco en la mente.

Entonces salgo en medio de la noche fría a colgar la ropa y trato de hacerlo bien. Insulto en silencio a Carla mientras se me quedan los dedos duros y presiento una pulmonía. Y me insulto a mí por ser tan débil, por pretender, a estas alturas de la vida, empezar a ser distinta.

Por suerte el efecto de las frases me dura unos días; después se me olvidará. Pero entonces leeré otra, tipo “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, y capaz me vendrán ganas de aprender a volar, como le pasó a mi ropa.

sábado, 10 de agosto de 2013

Danos hoy el controlador de cada día

Hace bastante aprendí en terapia que no está buena la dinámica controlador- controlado; que debo valerme por mí misma para ser más libre, porque los controladores te quitan libertad.

Claro, te facilitan la vida también. El controlador es el que siempre sabe lo que te conviene, el que no te deja caer en tu caos.

Es la persona que no deja que llegues tarde a los lugares ni que te manden al Clearing… Es quien sabe que después vas a querer ponerte esa ropa, y entonces te la lava antes, para que esté seca. O que puede prever que después vas a sentir sed, y te lleva una botellita de agua en su bolso.

El controlador es el que te unta su protector solar y te recuerda que hoy cumple años Fulanito, que no te olvides de llamarlo.

Yo lo busco con mi inconsciente como un adicto a la droga, pero cuando viajo siempre tengo la fantasía de reinventarme, de ser más libre.

En el último seminario conocí a una cubana y el primer día nos sentamos juntas a la hora del almuerzo.

Coge una gaseosa del refrigerador, que es gratis- me indicó mi amiga nueva.
No, no. Ya tomé agua-contesté.
Cógela igual, porque en la tarde hará calor y te va a dar ser. Cógela, porque si no tendrás que comprar una después.

(Acá me tuve que tranquilizar a mí misma para no reaccionar: “lo hace por cubana, no por controladora”, “lo hace por cubana, no por controladora”, me repito, y supero la situación con un:

Ok. Después agarro una.

Pero al otro día suena el teléfono a las siete. Es ella. Dice que me llama para que “no me vaya a quedar dormida y llegar tarde”.

“No era por cubana”, me resigno. Y mi corazón le da la bienvenida a mi nueva controladora.

Enferma de soberbia

Aprendí a la fuerza que lo que critico con soberbia después se me viene encima, como una maldición. Por eso trato de no hablar mal de nadie, pero necesito que hagamos algo por un sector de la sociedad al que no veo nada bien: el del médico certificador.

Mirá que, gracias a mi hipocondría, a mí me cabe cualquier médico, independientemente de su edad, peso, raza. Pero el médico certificador se me cuela por un agujero muy sórdido, no sé cómo explicarlo. Me deserotiza completamente.

No es lástima ni solidaridad lo que siento cuando viene uno. Es medio parecido a cuando veo a una pareja ostensiblemente Badoo… Tipo un “Faa, qué embole”.

Antes las emergencias te mandaban a unos pibes recién recibidos y estaba muy bien. Pero ahora, con la bonanza económica, se ve que esos pibes se van a estudiar al exterior. Y el sector de los certificadores se llenó de tipos agrios, fumadores, hartos de estacionar en lugares inciertos, ojerosos.

Un día, ahora lo sé, lo puedo prever, en un reposo de estos me voy a terminar haciendo un perfil de Badoo. Y mi primera cita será con este señor gordo que ahora guarda papeles en el bolso de su único congreso. Porque el mundo es redondo, y siempre te cura las soberbias.

Al César lo que es del César

Con esto de que lo dieron en la tele y de que está en Youtube, ahora cualquier paseador de barrio se siente un poco el Encantador de Perros, me parece.

Yo miré todos los capítulos y nunca pude hacer que Mengana me trajera la pelotita, pero hay gente que se coloca en el personaje y se siente César.

Ayer se me acercó uno en la rambla. Venía arrastrado por cuatro grandes machos y me explicó:

        Disculpá que te moleste. Quiero que se acerquen a tu perro porque tiene muy buena energía.

        
Todo bien.

     Si te incomodo decime. Ellos son muy ansiosos y siento que les hace bien que caminen cerca de la energía que tiene el tuyo, que me parece muy linda. ¿Viste cómo se le acercan?

Hablamos un poco y nos despedimos sin más. Pensé en contarle que mi perro no tenía ninguna energía especial, sino que era hembra y estaba en celo, pero para qué, César, para qué.

domingo, 4 de agosto de 2013

Como en las películas


Conocí a un italiano belíssimo en el lobbie de un hotel. Era justo justo mi tipo: cincuenta y cinco años, pelo cano, ojos azules, un solo infarto.

¿Cómo nos enamoramos? Él me pidió que por favor le leyera el correo en la tablet, porque esa tarde había olvidado los lentes de aumento en un taxi y no podía leer.

Leí con mi italiano de liceo público del interior y después, ya sabes… Lo típico: primero lees correos sobre negocios en Medio Oriente, después reflexionas sobre la vida en plan carpe diem, tomas una cerveza, más carpe diem, cerveza, carpe diem…

Al despedirnos, me tomó la mano y me dijo “I love you”. En mi dedo pude sentir el fresquito de su alianza, pero le encajé un “I love you” también. Para jugar un poco a las películas. Carpe diem.