jueves, 12 de febrero de 2009

el plinto


En la gimnasia del liceo íbamos a la plaza de deportes. Yo me ahogaba corriendo “a la manzana”, para qué negarlo, pero no fue por eso que pedí pase a la “gimnasia especial”.

No sé si habrá todavía ni si se llama igual, pero fue el terror de mi primera adolescencia, el símbolo de mis limitaciones… Hablo del plinto.

Apenas recuerdo ese instante en que uno tomaba carrera para después apoyar rápidamente las manos, con la idea de caer parado del otro lado. Ufff ¡qué angustia!. Nunca logré hacerlo.

Peor. Nunca logré intentarlo de verdad. Algunos días de lluvia, cuando había pocos alumnos, me animaba a unos atisbos. Empezaba la carrera, hacía el amague con la posición de las manos y luego rodeaba el plinto trotando, mientras hacía payasadas para simular que había sido a propósito.

En estos días de crisis se me dio por pensar que el profe que admitió mi pase a la "gimnasia especial" es el culpable de todo. Porque me enseñó que siempre hay un camino más cómodo para los que no se animan.

Y no siempre el camino más cómodo es el que duele menos. A veces es mejor levantarse de un buen golpe que pasarse la vida corriendo alrededor. Del plinto.

Ya me parecía a mí que había graves carencias de formación en el Instituto de Educación Fïsica, que sin duda entrará en mi lista negra. Desde ahora todo será culpa de los padres y del ISEF, en plintos iguales.

3 comentarios:

Christian Font dijo...

Muy buen artículo. Recuerdo la risa de mis compañeros porque me persignaba antes del fallido salto. Lo detesto hasta el día de hoy.

Anónimo dijo...

entre a leerte un poco...muy buenos...y te comento para contarte q sí se sigue llamando gimnasia especial y q es la misma a la q fui todos los años del liceo, ni siquiera llegue a correr "la manzana"...y es verdad, capaz q tendria q haber ido a la "comun" tambien...x lo menos a intentarlo...jaja...un beso. Florencia

Ariadna. dijo...

tá, me identifiqué en muchas cosas que leí, pero haberme identificado en esto también me pareció demasiado ya ajjajaa.
nunca lo salté al coso ese.
le tenía miedo, es más lo odiaba con el alma...