martes, 20 de septiembre de 2011

No te amo, pero cuidate

Hay dos modas del lenguaje oral que me molestan bastante, pero no lo puedo decir, porque queda como de inadaptada.

Una de esas modas la practica cierta clase adolescente: la que va al vestuario de mi club. No es que se digan “boluda” cada tres palabras. No es eso lo que me jode. Lo que me fastidia es que se dicen “te amo” todas las veces que se despiden. Todas con todas.

Yo sé que las palabras no se gastan, pero me dan ganas de decirles: “Bo, boludas, guarden alguno para cuando amen de verdad”. No tenemos inventada otra expresión similar, no tenemos nada que se asome al poder semántico de un “te amo”. Entonces no me lo uses para despedirte todas las tardes de las chicas de handball.

Otra cosa que me molesta (mis amigos no lo saben) es el “Cuidate” o “Cuidate mucho” en las despedidas.

Primero porque es obvio que me cuido. Me cuido todo el tiempo: como brócoli y germen de trigo, hago yoga, tomo homeopatía y uso yerba para nerviosos. Pero me cuido para mí, no porque vos me lo sugieras. ¿Cuál es el sentido de decirme “cuidate”? ¿Cómo lo decodifico? ¿Como un: “me interesa que sigas viva”?

Segundo, soy hipocondríaca y supersticiosa en la misma proporción. Si me decís eso, mi mente piensa: ¿De qué me tengo que cuidar? ¿Vos sabés algo? ¿Estás presintiendo que me puede pasar algo?

— Si me va a pasar algo, decimelo. En serio, boluda. Decimelo porque entonces sí, si sé que me va a pasar algo, ahí te digo que te amo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Manifiesto incomunista

Quiero hacer un llamado a la reflexión. Quiero que nos sinceremos, que asumamos que la ensalada rusa es una aberración y que hagamos el bien de no heredársela a las generaciones venideras.

Porque puede pasar. Ya les vamos a dejar la hiperactividad, los ataques de pánico, la adicción a Internet, las bolsas de nylon, las pilas y el baile del caño. Tratemos de no dejarles, también, la rusa.

Que levante la mano el que haya comido una rusa verdaderamente rica. Que no le faltara sal o tuviera la papa muy blanda, o la arveja sin gusto, o la mayonesa barata…

Eso por no hablar de la zanahoria hervida. La capacidad de esos cubitos naranjas de estimular a una papila gustativa debe de ser inferior a la mía para estimular al drogón aquel…

A ver, señores: tenemos rúcula en bares populares, podemos comprar yogur griego en Ta Ta... Ya dejemos de hacer ensalada rusa.

Porque ni para tradición da. La mixta todavía, te la llevo. Porque es sanita y, si el tomate está bueno, puede ser agradable. Pero la rusa… para empezar es rusa. Y además es pesada, insulsa y siempre tiene un ingrediente que está muy cocinado, o es como una plasta, o está requete fría o algo así.

Prima hermana del salpicón de ave (cuya eliminación no propongo para no parecer ultra), la rusa denota escasez y requeche, pero sobre todo desidia.

Todo bien con el comunismo, Tolstoi, las mamushkas y el Bolshoi, pero la ensalada sacamela. Quiero Navidades con rúcula, cilantro, aceite de sésamo, barbacue sauce y la mar en coche. Y a Rusia lo que es de Rusia.