sábado, 10 de noviembre de 2012

Un poco de huevo


Laura es la intelectual del grupo. Es la de la palabra justa, sabia, erudita. Y si te ponés a discutir con ella, te tira unas fechas y unos datos que te dejan patitieso.

Pero su saber excede por mucho a la mera academia. Lo mismo te analiza un Caravaggio como te hace un vestido, te teje croché, te hace un curso de fotografía o te corta la verdura en brunoise.

Y si ponés sobre la mesa algo que para vos es inexplicable, ella te desasna. Estoy segura de que si le llevás un misterio absoluto (tipo: ¿quién compra la ropa de La Compañía del Oriente?) Laura te lo analiza y y en un pispás te elabora una tesis que incluye economía, sociología, tendencias y tratados de libre comercio.

Si pronunciás mal, ella te corrige con delicadeza, pero te corrige. Yo siempre digo mal el sitio ese donde ver pelis online. Siempre digo “Series yankees” (debe de ser porque creo que lo hacen todo allá en EEUU, al sitio y a las series) y ella me corrige enseguida y me dice “Series Yonkis”.

Eso sí, tiene un talón de Aquiles: esa altura que tiene siempre para hablar de todo, te la pierde cuando habla del huevo. No le gusta nada y entonces hace muecas de asco. Baja el nivel y hace caras.

En las vacaciones compartimos rancho y yo comí huevos casi todos los días. Y los incluía en los gastos de la casa para molestarla un poco. Y ella dale a decirme que me iban a hacer mal, que no se puede, que el colesterol.

Yo le contesté que si el huevo diera colesterol no quedaría ningún centroamericano vivo, que siempre desayunan con este gran alimento que es para mí el huevo.

No sé qué me refutó y yo le respondí que iba a comer todos los días durante meses y después me iba a hacer un chequeo. Y lo hice. Durante meses le di al huevo como quien lava y no tuerce, y después fui al doctor.

—El colesterol está muy bien—dijo la doctora y así se lo conté a Laura en la plaza el otro día, con una risita de «tomá pa vos».

—Yo nunca te dije que te iba a aumentar el colesterol. Te dije que no es bueno comer más de dos por semana porque somos mamíferos; no somos ovíparos.

Pssss. A mí no se me ocurren argumentos en ese momento. Pienso en decirle que comemos carne también, pero temo decir un bolazo. Entonces me callo y vengo a casa y pongo en Google “Ser humano+ovíparo”. Pero solo encuentro un personaje en un blog: el Hombre Ovíparo.

Sola en mi reivindicación, y otra vez, los huevos por el piso. Tengo que comerlos menos y poner un poco más cuando discuto con Laura, me digo finalmente.

2 comentarios:

LaU dijo...

jeje... te olvidaste de contar que también discutíamos sobre la adecuación a nuestra dieta del consumo de lácteos -que vos rechazás y yo defiendo- de ese modo, la afirmación rendía más.

dANIEL mOREIRA dijo...

por acá, tengo unos de perdíz colorada, fabulosos, más chicos que los de gallina común, y la cáscara marrón, como si fueran de pascua; meta huevo! nomá, amiga