jueves, 18 de febrero de 2010

Para admirarte mejor…

En mi condición de solterona se me puede acusar de muchas cosas, pero nunca de no ser proactiva. En realidad no busco hombres, sino que hago algo mejor: busco terapias para saber por qué ellos no me buscan a mí. Es lo que se llama ir al meollo del asunto.

Acabo de terminar un “taller vivencial”, llamémoslo así. Y la terapeuta me dio un diagnóstico terminante y un consejo fácil. Aparentemente.

- Hasta que no respetes a la figura de tu padre y lo veas como alguien que está por encima de ti, que te antecede en el orden de la vida y por eso es más grande, bla bla bla, no vas a respetar a ningún hombre. Hasta que no respetes y admires a tu padre no habrá pareja posible.
-
“Otra vez mi viejo en el asunto”, pensé. Pero callé y pregunté:

- Ta. ¿Y en concreto qué puedo hacer?
- Yo empezaría por tener en la mesa de luz una foto suya y mirarlo con mucha humildad y veneración todos los días. ¡Pero con muchísima humildad! Y tratando de sentir admiración sincera.

Llegué a casa y me puse a buscar fotos de papá. Encontré de mis compañeros de Bariloche, de El Negro, mi perro de cuando tenía diez años, de las fiestas de Halloween de la Alianza…¡Hasta de mi maestra de sexto encontré fotos!… Pero ni una mísera toma de mi padre. Ni tamaño carné, nada.

“Esta ausencia de imágenes, en sí misma, ya debe de ser grave”, temí, pero me dispuse a enmendarla y le escribí a mi hermana: “Apenas puedas mandame porfa alguna foto de papá. Estoy haciendo un collage para el cuarto. Si tuvieras algún plano contrapicado, como enfocado bien desde abajo, me quedaría mucho mejor”.

Mi hermana me respondió a los pocos minutos. “Tengo pocas fotos digitalizadas donde está papá. Te mando la primera que encontré”.

Abro el adjunto. Era del segundo matrimonio de mi hermana y eso, quieras que no, ya me dio cierta sensación de desventaja, porque yo no tuve ni segundo novio.

Los dos están re lindos y felices, pero aparezco yo, con unos diez kilos de más (había dejado de fumar ese año) y tenía puesto el peor vestido que usé en la vida. Uno rosado Barbie que vaya uno a saber en qué momento de autoflagelación elegí.

Ya estaba un poco deprimida con lo que había visto cuando noto que mi padre estaba en el escalón de abajo (la toma era en las escaleras del club). Yo tenía terribles tacos y le sacaba más de una cabeza a papá. Todo mal.

Y ahí estaba él, sonriendo y con la corbata aún en el cuello. Lo rodeaban dos mujeres con sendos vestidos. A su derecha, mi madre. A su izquierda, su segunda esposa.

Antes de cerrar el correo, le mentí a mi hermana: “Buenísima. Está bárbara. Gracias”.
Dejé la compu y volví a ver los álbumes. Se me dio por agarrar la foto de mi maestra de sexto: Yeny. Una crá. ¡Cómo la admiraba! Me animaría a decir que Yeny fue la mejor maestra de esa escuela… Increíblemente nunca se casó.

Agarré una donde aparecemos las dos con la bandera nacional y la puse en mi mesa de luz.

2 comentarios:

chiches dijo...

y yo que hago?, admiro a mi padre y también soy soltero; no solterón.
buenísimo el relato

Unknown dijo...

Yo me pregunto....hablaron con la terapeuta de tu padre?? Yo no conozco al señor, pero hay muchos padres a los que realmente se haría muy dificil admirar...por no decir imposible!!
Entonces...eso quieres decir que hay gente condenada??
Creo que hiciste bien en poner la foto de quien realmente admiras...no debemos olvidar que la palabra dela terapeuta NO ES SANTA!!
Besos