viernes, 30 de julio de 2010

Devota errante

A mis padres les he perdonado casi todo. Lo que no puedo entender es que no me hayan dado una religión. Era lo mínimo y era gratis.

Cualquier imbécil tiene una religión. Yo no. Me la negaron mis padres…

¿El resultado? Desde los 25 se me va el sueldo en terapias alternativas y libros de autoayuda. Me paso la vida de “retiro” en “taller vivencial”, a cuál más lleno de loquitos. Me abrazo con desconocidos, lloro sin razón y canto canciones en sánscrito.

Debieron decir: "mija, usted va a la catequesis y sanseacabó". ¡Pero claro! Para los muy progres era mejor que eligiera cuando fuera grande.

¿Cómo no supieron que uno de grande ya está todo agujereado existencialmente hablando? ¿Cómo no pensaron que a los 21 ya no iba a creer que los muertos se van de la mano de un señor de barba, parecido a Papá Noel, a un lugar maravilloso?

No previeron, tampoco, lo duro que iba a ser para mí tener que recurrir a la prosa de autoayuda estando rodeada de amigos universitarios.Ahora ya lo superé bastante, pero el rechazo del entorno en este tema fue difícil de llevar.

Pedía que me envolvieran los libros para regalo (para evitar el juicio del vendedor) y con ese mismo papel forraba las tapas. Pero claro, un libro forrado despierta mucha más curiosidad. Tenía que decir que estaba con “Tus zonas mágicas” porque preparaba una parodia para el taller de teatro o cosas así.

Con el tiempo mis amigos me aceptaron así, devota errante. Ahora saben que desaparezco algunos fines de semana, me visto toda de blanco, no contesto el celular y llego diciendo que me voy a la India. No me hacen caso… Solo se apartan de mí en la librería pero es normal… Yo haría lo mismo.

Eso sí, en las citas con hombres en casa no manejo muy bien el tema. Cada vez que tengo una “cena”, desmonto toda la sala de terapias alternativas que tengo en el cuarto chico.

Hago volar el “Yoga Mat”, los cedés de meditación guiada y, sobre todo, la biblioteca de crisis. Escondo con mucho cuidado El Secreto, los del Dr. Dyer, Isha, Louise Hay… Todos. Hasta el I Ching escondo. Solo dejo en su lugar la silla ergonómica y la pelota de pilates... dos cosas que jamás usé, por otra parte.

Por suerte, las relaciones nunca avanzan tanto como para que alguno encuentre el Secreto real, el del mundillo ese que oculto en los placares.

Igual, por si alguno un día revisa de más, voy preparando mi defensa: “Cualquier imbécil tiene una religión. Yo no. A mí me la negaron mis padres. Pero los perdono. Porque si algo he aprendido, es a perdonar. No me juzgues por esos libros, te lo pido por Dios”.

1 comentario:

pecesdecolores dijo...

ENTONCES, decís que la bautice???