domingo, 4 de julio de 2010

Donde no hubo fuego…

Es sábado de noche, llueve y Daniel me manda un sms. "En días como este, extraño la estufa a leña". Le iba a responder "Ah, qué vivo, ¿quién no quiere una?", pero no le escribí nada, porque sé que no es así. Yo misma no quiero una.

Me encanta sentarme frente al fuego, pero tuve experiencias traumáticas con la estufa que había en casa cuando era chica. Y me trajo mala suerte, creo.

Cuando superé el miedo a las arañas que salían de la leña, a papá le vino una alergia horrible por tocar un palo de aruera. Se hinchó todo, no podía respirar y tuvimos que llamar a la emergencia.

Después, la abuela me enseñó que, para evitar eso, había que saludar a la aruera. Si era de noche, saludarla como si fuera de día y viceversa.

Yo, para prevenir más, le decía las dos cosas: "Buen día, Aruera / Buenas noches, Aruera". Y como no me daba cuenta de qué palos eran los que había que saludar, saludaba a todos.

Por eso demoraba tanto cuando me mandaban traer una carretilla con leña. Y demoraba después para descargarla dentro de casa, porque volvía a saludar a cada palo antes de tocarlo.

El tercer saludo doble lo hacía al agarrar los palos para meterlos en la estufa. Ahora que pienso, yo me debo de haber vuelto simpática gracias a la aruera.

Pero qué angustia prender la estufa. Alcohol blanco, nafta de la moto, keroseno, papel, grasita de pollo que la abuela guardaba en una lata, panceta, de todo. Quemaba diarios viejos, terminaba con el Gallito del día y nada. Siempre me asaltaba la misma duda: ¿Cómo se armarán, hablando en serio, los incendios forestales?

La sensación de ver cómo el papel de diario se extinguía, uno tras otro, sin ninguna consecuencia; la esperanza breve, el decir "ahora sí, ahora sí prende" y al segundo siguiente solo ver humo… Uff, yo creo que esa frustración, continuada a lo largo de años, me marcó para siempre.

De hecho, aunque no lo he hablado en terapia, estoy segura de que mi mala suerte en el amor tiene su origen ahí… En todos esos años comprobando que, por muy simpática que sea, no sé cómo prender el fuego.

Ahora le contesto el sms a Daniel. Le digo que empiece por conseguir una casa en planta baja, que a mí también me gustan las estufas a leña, aunque no seré yo quien le encienda el fuego. Y me despido con un "Buen día", por si acaso.

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