miércoles, 7 de marzo de 2012

Un animal en casa

“Que alguien me esté esperando cuando llegue en casa, que alguien me esté esperando cuando llegue a casa”… El deseo estaba desde hacía tiempo. Tenía una planta, pero me sentía sola. Un vegetal no te hace compañía. Un vegetal no te hace mimos ni te hace sufrir ni te hace nada.

Decidí elegir un animal. Primero pensé en un hombre, pero lo descarté por la fuerza de los acontecimientos. Después manejé otras posibilidades: gato, tortuga, canario, urón... Al final adopté una perra: Mengana.

Físicamente, Mengana es normal. A nivel intrapsíquico, la cosa se complica. La can presenta comportamientos realmente raros, sobre los que no voy a explayarme para no exponerla.

Por suerte mis vecinos son amables y apenas si deslizan un “¡qué locura tiene esa perra!”. Pero yo sé que es grave. En el fondo, uno siempre sabe.

Podría escribir un libro sobre el desorden mental de Mengana, o quejarme porque justo a mí me tocó una perra con problemas, pero no es mi intención. Mi intención es dejar por escrito mi deseo, tras el episodio de hoy:

Si este animal se me vuelve a escapar para cruzar la calle, y si por esas cosas de la física la pisa un auto, por favor, Señor, Alá y todos los santos del firmamento, que fallezca en el acto. Porque lo bueno de la locura es no sufrir. Y porque me niego a tener otro vegetal en casa, y encima sufrir... Para sufrir, me traía un hombre.

1 comentario:

Adriana dijo...

Muy sensato tu pedido...suerte