sábado, 4 de octubre de 2008

Ciempiés

En la casa de mi madre hay cucarachas. En la mía, ciempiés. El ciempiés es un insecto superior. Es un bicho fino, estilizado, no molesta para nada y, por si fuera poco, tiene un nombre encantador. A mí me gusta tener ciempiés en casa.

Cuando Marina vivía en este apartamento me pedía que los matara. A ella le daba miedo. A mi, lástima.

―Marina, las leyes kármicas prohiben matar a cualquier ser vivo. Si mato a un insecto, es un pecado. ¿Vos querés que yo retroceda en el espiral del alma y después me reencarne quién sabe en qué? Matalo vos si te molesta tanto…

Ella tenía la flaca teoría de que si usaba flit, no era tanto el pecado, pero yo me acostumbré a no matarlos. Como prescriben los libros orientales, me limito a ordenarles:

―Trata de retirarte. Tú no perteneces aquí (les hablo de “tú” para que adviertan respeto).

Y después me voy o me olvido o no sé. Pero hoy fue distinto. Había uno grande dentro del videt esta mañana. Le ordené que se fuera y no lo hizo. Se lo reiteré antes de salir en la tarde… Oídos sordos. Permanecía en el mismo lugar esta noche.

Entonces tuve que hacerlo. Abrí el videt y el pobrecito nadó un rato largo, aleteando con su desesperada centena de piés. Recordé las leyes kármicas y sentí miedo del castigo. Con la esperanza de agarrar distraído al universo, se me ocurrió decirle a través de la rejilla:

― ¡Pa! ¡Qué macana! Hubiera jurado que eras un bicho de agua…

Después, por aquello de que no hay mejor defensa que un buen ataque, puse tono de enojada para quejarme:

― ¡En esta casa hay miles de pies y nunca avanzamos ni medio metro!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelentísimoo! un lujo para mí poder volver a leerla amiguísima del alma...

Anónimo dijo...

No pude parar de reírme, es increíble las cosas que hacemos en búsqueda de la ascensión.