sábado, 10 de abril de 2010

Regresa a mí

A los gimnasios hay que agarrarles la mano, pero al final tienen su encanto. A los que son de mujeres, acuden básicamente cuatro tipos de poblaciones.

a. la población consciente del cuidado del cuerpo (franca minoría).
b. la que busca adelgazar.
c. la abandonada por su pareja.
d. la población donde confluyen b. y c.

Las explicaciones posturales de los profes, en general, van dirigidas al primer grupo. El punchi punchi, las volteretas y los saltos son para hacer sentir bien a las gorditas. Y los estiramientos, indefectiblemente, están pensados para las abandonadas.

Las abandonadas son una población fácilmente identificable:

Van todos los días.
Se quedan a varias clases.
A la semana pesan cinco kilos menos.
Al mes son otras personas.

Creo que los dueños de los gimnasios detectaron las potencialidades de la población "abandonadas" y decidieron retenerlas con un sutil mecanismo emocional: les crearon un momento de descarga. Solo así se explica que la mayoría tengamos que hacer los estiramientos escuchando la canción “Regresa a mí” (Unbreak my heart).

En ese momento preciso en que sentís que no podés más, cuando ya sudaste la gota gorda para ponerte más linda y te preguntás si vale la pena tanto esfuerzo, si vendrás mañana también… justo ahí te mandan a la colchoneta y te hacen escuchar a Toni Braxton: “Regresa a míiiiii / quiéreme otra vez / borra el dolor que al irte me dio cuando te separaste de míiiii / dime que síiiiiiii / ya no quiero llorar / regresa a míiiii”.

Muchas colchonetas se mojan por transpiración, pero no menos son las que se humedecen por las canciones lacrimógenas que nos hacen escuchar al final.

En un punto me impresiona el final de las clases… Todas ahí, tiradas en el piso, despeinadas, vestidas con camisetas con nombres de ciudades de los viajes que hicieron otros... Y pensando en hombres.

Porque las gorditas nos mimetizamos con el sentimiento de abandono. Quien más quien menos, todo el mundo puede evocar una pena de ese tipo. O como yo, desear que al menos nos suceda eso... Entonces el gimnasio tiene su momento de encanto.

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