jueves, 10 de enero de 2013

Salva conductos urbanos

Siempre pienso que el dentista y el sanitario en un punto se conectan, porque son seres humanos que en algún momento vas a tener que llamar. Pasás unos períodos sin ellos, pero un día los vas a llamar. Es así.

En la pileta de la cocina, por ejemplo, yo soy cuidadosa de que no se caiga comida. Raspo bien los platos frente al tarro de basura. Incluso, si algo se cae en la pileta y me da asco tocarlo (pizza mojada, ponele), me envuelvo la mano con una bolsa de náilon y lo saco.

Me mueve la esperanza de que el caño no se tape. Pero sé que un día se va a tapar (sobre todo porque a veces vienen visitas a las que no les importa nada tu caño y, haciéndose las bienintencionadas, te ponen platos con pedazos de de todo un poco en la pileta).

Con los dientes pasa algo similar. Los cuido. Ta, es cierto que al hilo no lo pude incorporar. Y el Listerine, ese que es enjuague bucal, tampoco. Porque siento que me mata todas las papilas gustativas. Pero me lavo los dientes.

Igual todo llega y un día tenés una caries y no te queda otra: pedir hora, bancarte la anestesia, volver a pedir hora.

Los dentistas del futuro, estoy segura, no van a poder creer cuando les contemos lo que llevaba hacerse un arreglo. ¿Cuántas sesiones lleva un tratamiento de conducto? ¿100- 150?

El plomero no. El plomero, si te viene, no demora. También te destapa los conductos y también te cobra una fortuna, pero es un rato y chau. Por un tiempito se va.

El dentista tiene más el modus operandi de esas relaciones que vos sabés que no van a funcionar pero seguís, porque lo necesitás. Al igual que esos hombres, un dentista nunca te va a preguntar "¿nos podemos ver mañana?". Nada de eso. Te cita muy espaciadamente, a veces te hace esperar, otras te hace doler, después se dejan de ver y siempre lo pagás muy caro. Pero un día lo vas a llamar. Un día sin salvoconducto lo vas a llamar.

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