sábado, 12 de enero de 2013

El presente y nada más

Un día estaba en el parque con Mengana y llegó una minita que hablaba aniñada. Su perro rubio y enorme no me acuerdo cómo se llamaba, pero en la charla ella le atribuía unas intenciones que el animal jamás podría tener.

Quise salir del terreno de las interpretaciones conductuales yendo a lo fáctico. Le pregunté:

—¿Vos cuántas veces por día lo sacás?

—Mirá, algunas. El veterinario me explicó que lo mejor es hacer varias salidas de pocos minutos, porque me dijo que el perro no tiene memoria. Ellos viven solo en el presente. Entonces si vos le hacés una salida relarga de mañana, de tarde ya están como si no hubieran salido. ¿Viste que siempre como que les da la misma alegría, no importa si ya salieron antes? Es por eso, porque no tienen memoria, entonces para ellos es como si no hubieran salido.

«Ay, dios santo, cómo has creado minas así de taradas. Se viene a enterar por el veterinario de que los perros no pueden llorar por el pasado ni proyectar un futuro», pensé, pero le contesté:

—Ahh sí, sí, yo había oído también eso de que no tienen memoria.

Me vine a casa apenas pude, sorprendida todavía de su estupidez. Pero con los días algo cambió. Sus palabras no se me iban de la cabeza y un día encontré la luz en ellas.

Ahora, cuando siento culpa porque no saqué a Mengana en todo el día y tengo ganas de salir de noche, le digo:

—Perdoname, divina, pero me tengo que ir. Incluso si yo te hubiera sacado esta mañana, vos ahora no lo podrías recordar. Estarías igual que ahora. Y tu presente es este: te amo y me voy.

Cuando bajo la escalera, vuelvo a pensar en esa gran verdad de que todos los encuentros ocurren por algo.

2 comentarios:

dANIEL mOREIRA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
dANIEL mOREIRA dijo...

bien!!!, por fin puedo disfrutar nuevamente de tus hermosos relatos, con continuidad.