domingo, 20 de abril de 2008

Pelos y placeres

Recuerdo muy bien el argumento con que rechazaba el kiwi. “¿Cómo se puede comer una fruta que tiene pelos?”. Iba seguido de un asombrado “¡Por Dios!”. Ahora no sé con exactitud en qué circunstancia lo comí por primera vez... Acaso solapado en una ensalada multicolor… acaso en una noche de borrachera como esta, cuando los pelos no podrían verse bien… El caso es que comí kiwi y no pude dejar de desearlo.

En poco tiempo quise hacer de él mi única fuente nutritiva. Cuando todo el mundo se animara a probarlo y compráramos mucho, el precio bajaría, especulaba. Nunca pasó.

La producción nacional que intentó paliar la carestía fue escasa y frustrante. (Hasta ahora me pregunto cómo cosechamos kiwis con forma de capullos de seda). Hablando de capullos de seda, aprovecho para confesar que estuve tentada de rociarlos con flit cuando tuve que llevarlos a casa y me aburrí de acopiar hojas de mora). No lo hice. Ni pude alimentarme sólo de kivi, como decía, por el precio exorbitante de la fruta.

Daniel me contó que tenía un amigo en Nueva Zelanda. Lo primero que pregunté fue su estado civil, con la secreta esperanza de que el destino me uniera en matrimonio con un nativo de la tierra prometida. Estaba casado.

Maldije al gobierno y al destino en la crisis del 2002, cuando el país no sólo detuvo su ridícula producción sino que se canceló la importación. Los comercios quedaron sin un kiwi. Desapareció. Se fue.

Supe que en Irak lo dan casi gratis, pero evalué los riesgos y fui cobarde. Aprendí a añorarlo y llegué a extrañar hasta la parte de los pelos.

Lo comí a destajo en Madrid. Ahhh. Mi estancia en España, como debería pasar en cualquier país serio, estuvo llena de kiwis.

A mi regreso encontré un panorama difícil: la importación es mínima, muy pocos comercios lo tienen y cuesta 110 pesos el kilo.

Los domingos me doy el gusto. Compro dos unidades. Hoy pagué treinta pesos por dos kiwis. El muchachito que atendía la balanza no podía creer lo que marcaba. Me miró como diciendo “No seas gila. No podés pagar ese precio por esto”. Le sonreí como asintiendo pero sin decir nada. Me pareció tonto argumentar que hay placeres que se pagan caro. O contarle que no dejo de preguntarme cómo habría sido mi vida si nunca hubiera perdido el asco a los pelos.

5 comentarios:

pecesdecolores dijo...

me parece que el tema de los pelos no es menor. pero no te olvides del durazno, que más timidamente, pero tiene lo suyo y es de las mejores frutas!!!

pauli dijo...

me pregunto si los hombres tendrán esa sensibilidad para apasionarse por una fruta sabrosa sin depilar...sería un práctico descubrimiento...

Dj dijo...

Querida Marujiji, ayer fui a la frutería y no lo podía creer había Kiwis Chilenos a $ 30 el kilo, y no pude otra cosa que acordarme de vos. Son esas cosas que provocas en uno, ahora cada vez que vea un kiwi me acordaré de tu adiccíón a ellos.
P.D.: que los disfrutes.

Unknown dijo...

dónde quedaaaaa????
en mi almacén cuestan 99 !!!

dj dijo...

Ya subieron, debe de haber sido un cajon de oferta porque estarían muy maduros, pero de todas maneras están entre $60 y $65 en ferias y fruterías del centro y Tienda Inglesa.