domingo, 6 de abril de 2008

KIYU, un cuento viejo y en honor a mi amiga Marina

A Marina le había gustado el nombre. A mí me convenció un cartel del
Ministerio de Turismo. Decidimos ir el domingo. Kiyú.

Como no sabíamos si había sombra ni a qué distancia estaba el pueblo (tampoco qué pueblo era) y como además Marina tenía que teñirse los pelos de las piernas, salimos después de mediodía.

-¿El boleto lo quieren hasta Libertad o hasta el kilómetro 61?
- Mmm... Libertad, decidió Marina, con la intuición de que allí tendríamos más
posibilidades de acción. (para qué, si no, es la libertad).

***

Llegamos en menos de una hora. Marina interrogó a una lugareña.
-¿Y el ómnibus a Kiyú?
-Ahhh... Ese ya se fue.
-¿Cómo que se fue? ¿Y a qué hora viene el próximo?
- El otro.....seis y pico de la tarde y después a las nueve de la noche...
-¿No hay otra empresa?
- No.
- ¿Y de qué otra forma podemos llegar?
- A dedo.
-Ahhhhhhh... ¿Y dónde se hace el dedo?

Salimos. Yo con mi mochila llena y el alma desolada, llevaba todo el sol
encima y además la matera. Hicimos como un kilómetro sobre balastro hasta el camino que llevaba a Kiyú, y ahí nos quedamos paradas, esperando un alma compasiva y motorizada.

***
Al ratito nos empezamos a untar el protector solar. Quemaba en serio. Yo
quería un baño. Saqué el celular, resuelta a hacer algo. Llamé a informes de
guía.
-¿Me puede decir el número de alguna parada de taxis en el pueblo Libertad?
-¿En qué localidad me dijo?
-Libertad.
- No hay registro de paradas de taxi en Libertad.
-Gracias.

***

Miraba el camino y no se veía un árbol por ningún lado. Viene una moto.
Marina los para y les pregunta si saben el número de la parada de taxi.
Dicen que no.

***

Más sol. Y el calor en la cabeza empezó a hacer efecto:
- Che Marina...Esta planta que está acá atrás...Es bien parecida a las carnívoras, ¿no?
- Sí. Yo te iba a decir lo mismo.
- Igual está un poco seca. Pensé que no había en Uruguay...

***

Pasa un tipo en un auto y nos dice algo, pero sigue de largo.

- Tenemos que tener un plan B, dice Marina
-"Sí, qué viva, pienso yo". Y le pregunto: "¿Cuál sería?"
- Caminar. Son 18 kilómetros. A razón de seis por hora, llegaríamos en tres
horas.
-Claro. Justo para dar vuelta, acoto.

Me acordé del cartel que me convenció: "Uruguay, tenés que vivirlo". Recordé al ministro Lescano, a la mamá de Lescano, a Liberoff y a Chiruchi.

Marina dice que si no llegamos a Kiyú, cuando vuelva a Montevideo se va a tomar un helado. Yo sólo quiero una sombra. Pero ya. Me duele la cabeza. "Lo único que me faltaría es que me venga la menstruación", pienso.

Viene un camioncito. Por miedo a que también nos ignore, le hacemos la seña
del dedo a ambos lados de la ruta, una en cada cuneta. Apenas paró, saltamos encima.
Venían cuatro adolescentes atrás. Nos presentamos. Hablamos un poco. Hay dos taxistas en Libertad, pero hay que llamarlos a sus casas, nos contaron.

Llegamos a Kiyú. Casas de playa.

"Acá es un embole. No hay nada. Donde está lo bueno es en el Parador
Chico", nos advierte una de las muchachas. "Allá se toman el ómnibus de
vuelta además".

Arrancamos para el Parador Chico, caminando por la playa. Playa linda pero
de sol fuerte si las hay. Y viento. Íbamos con los adolescentes. Ellos dicen que el Parador chico estaba a tres kilómetros. Yo puedo jurar que fueron más de seis. "Nunca más salgo de
matera?", decido.

"Vamos, vamos...No se nos queden", nos animaban los gurises. Caminaban
livianos y empujados por sus hormonas.

Eran más de las cuatro cuando llegamos. El lugar estaba lleno de gente joven
tomando cerveza y escuchando cumbia. Nos acomodamos y vino la parte linda. Rato fresco con el agua hasta el cuello. Lagarteo en la arena fina.

***

A la vuelta tomamos un ómnibus hasta el kilómetro 61. Pero cuando llegamos, el Cita ya
había pasado y hubo que esperar al siguiente: 40 minutos más. La agencia de Cita era también almacén y tenía asientos. Fui al baño y me senté.

- Cristinaaaaa!!!!!, grita una de las almaceneras desde el fondo. ¿Qué marca
es el queso sándwich que tenemos?
Ésa es Marina haciendo sus compras, adiviné.
Merendamos en el almacén-agencia. Y volvimos.

No había cámara. Pero de haberla tenido, estas serían las fotos:
Primer plano de la planta carnívora
Plano general de una plantación de girasoles que vimos desde el camión
Plano general de las barrancas en la playa
Detalle de nuestras manos en la arena cuando quedamos en bikini
Marina atravesando la Peatonal Sarandí envuelta en su toallón multicolor,
para paliar el frío de la noche, que nos agarró al volver.

***

Llegué y me acosté. Me había venido la menstruación.

3 comentarios:

pecesdecolores dijo...

ya lo había leído pero me encantó releerlo. sos una genia escribiendo!

Cumpa dijo...

La variación en los paisajes, la cadencia del tiempo en los verbos, la desgarrada visión femenina, la ironía en cada palabra, qué buen relato. No sabía que escribieras cuentos, y tan buenos!!!!!!!!
Un saludo desde la Mitad del Mundo
Jorgito

Analia dijo...

Me encanto el cuento que buena narrativa. Yo estoy planeando un viaje a Kiju, espero que no sea tan terrible!! Segui asi, sos una idola