sábado, 10 de agosto de 2013

Enferma de soberbia

Aprendí a la fuerza que lo que critico con soberbia después se me viene encima, como una maldición. Por eso trato de no hablar mal de nadie, pero necesito que hagamos algo por un sector de la sociedad al que no veo nada bien: el del médico certificador.

Mirá que, gracias a mi hipocondría, a mí me cabe cualquier médico, independientemente de su edad, peso, raza. Pero el médico certificador se me cuela por un agujero muy sórdido, no sé cómo explicarlo. Me deserotiza completamente.

No es lástima ni solidaridad lo que siento cuando viene uno. Es medio parecido a cuando veo a una pareja ostensiblemente Badoo… Tipo un “Faa, qué embole”.

Antes las emergencias te mandaban a unos pibes recién recibidos y estaba muy bien. Pero ahora, con la bonanza económica, se ve que esos pibes se van a estudiar al exterior. Y el sector de los certificadores se llenó de tipos agrios, fumadores, hartos de estacionar en lugares inciertos, ojerosos.

Un día, ahora lo sé, lo puedo prever, en un reposo de estos me voy a terminar haciendo un perfil de Badoo. Y mi primera cita será con este señor gordo que ahora guarda papeles en el bolso de su único congreso. Porque el mundo es redondo, y siempre te cura las soberbias.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Mi último médico certificador era un cubano de pantalón ceñido y dos metros de estatura. Me dijo: "Tomá Sinutab, es droga". Mientras, yo ahí, con fiebre y sudada. La próxima lo llamo por un esguince o algo más digno.