jueves, 10 de enero de 2008

de vestuario

En un vestuario de gimnasio hay diálogos casi tan de rigor como el del estado del tiempo.

A_ Hoy estuve a punto de no venir. Te juro. Estuve “a esto” (seña de dedos juntos) de irme para casa nomás… Ando muerta.
B_Sí, yo también, pero viste que después que venís, decís: “menos mal que vine”.
A. Tal cual. Después que viniste ta…está bárbaro… Pero hay un instante ahí de duda que es mortal. (sonrisas)
B: Pero viste que te vas con un cansancio distinto…
A: Totalemente… Ni que hablar… Después agradeces haber venido.

Carencias

El vestuario de mi gimnasio actual es chico y somos muchas. Hay una ventana que siempre está abierta y en ese lugar se respira mejor. Yo me visto frente a la ventana. Y nunca falta la que me advierte:
- “Mirá que si te ponés ahí te ven de afuera”…
- "Ahhhh"… digo. Simulo que me importa y me muevo un poquito.

No contesto nada, pero pienso cosas como:
a- “Mi vieja, a vos te conozco tanto como al que pueda estar mirando por esa ventana. ¿por qué habría de admitir que vos me veas desnuda y otro no?
b- Si alguien se toma el trabajo de mirarme de lejos, ¿qué sentido tiene privarle de la experiencia?
c- Ya bastante tengo con mis carencias como para andar encargándome de las ajenas.

Y tiro la toalla. Literalmente.

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