sábado, 19 de enero de 2008

música contra los traumas

Mañana voy a un concierto de jazz y me emociona mucho la idea. No porque me guste esa música, sino porque es otra oportunidad de reciclar mi relación con ese género.

Supongo que lo que me pasó a mí, lo habrá vivido mucha gente: enamorarse de un tipo más grande, muy culto, muy fanático del jazz. Y sentir, en algún momento, que el hombre no pudo corresponder el amor por la simple razón de que una era totalmente incapaz de apreciar el jazz.

Seguramente a esa gente también le pasó que, después de superar el desamor, no podía ni escuchar hablar de Duke Ellington. O que oía "Lapataia" y no quería saber ni del dulce de leche.

Lo que no es tan común es haberse cruzado luego con otro hombre muy seductor, pero vinculado laboral y afectivamente a un reconocido bar de jazz de su ciudad. O que el periodista cultural que a uno más le gusta leer haya publicado un libro que se titula "Ayer escuché a Miles".

Este año pedí que me regalaran un cd de jazz en mi cumple, copié todos los temas del género que entraron en mi USB y me obligo a escuchar un rato cada día. Además, como voy a hacer mañana, aprovecho cada oportunidad de ir a un concierto.

Pueden pasar dos cosas: o que un día el sonido de una trompeta despierte alguna emoción en mí, o que finalmente decida pararme y en el silencio que separa un tema de otro, grite fuerte antes de salir: “A mí no me jodan. Esta música es una reverenda mierda, por muy inteligentes que sean todos acá”.

2 comentarios:

kariaco dijo...

Espero que el siguiente paso sea la murga. Ya sé que muchos dirán que no tiene nada que ver, pero como sé que te pasa algo parecido me ofrezco a ayudarte en el recorrido. Aunque en el caso de la murga no tiene que ver un hombre mayor y eso...
besos

Unknown dijo...

Desde hace años, cansados de oírme rezongar con el carnaval, mis compañeros me pronostican que me voy a enamorar de un murguista, que me van a comprar tortas fritas cuando yo atienda el puesto del tablado y que cuando nazca mi hijo le voy a poner Anatole... Y la vida te da sorpresas... ya quisiera yo que me gustara el carnaval, pero como dice Dolina, no he tenido esa suerte.