sábado, 14 de septiembre de 2013

Páramo

Me acuerdo perfectamente del único reparo que le hice a esta casa el primer día que entré, diez años atrás. Estaba mirando el baño y me dije: «Me gusta todo en este lugar, aunque ese toallero va a durar lo que canta un gallo». 

Pero antes se rompieron las canillas, y las paredes de todo el apartamento se empezaron a deteriorar por la humedad. También reventaron los portalámparas y dejaron de cerrar las puertas y las ventanas. Se quemó el calefón, murió la lavadora, se terminó el microondas.

Cuando se rompió el timbre y quedé aislada, pensé: «Tengo que irme de acá. No queda nada ya».
Pero recordé a mi toallero, que sigue ahí, incólume, que ignoró mi desconfianza y se quedó. «Y ahora no me puedo ir», me di cuenta. «Ahora solo nos tenemos uno al otro». 

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