domingo, 23 de diciembre de 2007

manija

Mi amiga Miriam, que –como taaaantas- se preocupa por mi ayuno amoroso, me aconsejó que el lugar ideal para conocer a un hombre es un gimnasio. Yo, que siempre hago caso a todo, le prometí que lo iba a tener en cuenta.

Voy al gimnasio y me subo en una bici. Habia un pibe por ahí, con las pesas. No era gran cosa pero cabía en el rango de exigencia “post- tarjeta joven”.

En una, el tipo se me acerca. Veo que me va a hablar y pienso “ups, Miriam tenía razón”.

Escucho que me pregunta la edad, y aunque no me pareció el mejor comienzo, le contesté sin dudar: 28.

El hombre me mira desconcertado y me dice: ¿¿ ¿Qué entendiste??? ¡ Te pregunté la hora ¡

“Ahhhhh”, le contesto, deseando que aquella bici se moviera de verdad y me llevara lejos. “Seis y media”.

Hubo unos segundos desilencio y luego no se aguantó. Tuvo que coronar la humillación: ¿¿Qué pensaste???? ¿Qué te pregunté qué edad tenías????

Tuve que asentir con la cabeza. Y enfilar para el sauna.

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