sábado, 8 de diciembre de 2007

una de gimnasio

No hay punto de comparación entre un gimnasio y un club, pero no lo supe mientras vivía en 33. Montevideo me inició en el mundo de los gimnasios. Llamadas averiguatorias, inscripción dilatada, pensada cuponera, reclutamiento de ropa deportiva ...Hasta que llegaba el día: championes bien blancos, mochila y botella de agua.

¿Trajiste candado, no? Ay no…No sabía.
Bueno, por esta vez te puedo prestar uno. Pero para la próxima no te olvides ¿sabés?

Para una alumna “nueva”, entrar a un vestuario lleno puede ser traumático. Ya no por la violencia de tanto cuerpo desnudo, peludo, blando a pesar del ejercicio…Ya no por tanto olor vaginal, a Siempre Libre, a piel, a crema o a desodorante en aerosol. Lo más duro es saberse “nueva”, pisar terreno desconocido, tener que preguntar dónde está todo, cómo se abre esta ducha, si esa puerta hay que dejarla abierta o cerrarla.

Abrooooo!!!!

En uno de los tantos que conocí, las alumnas “veteranas” tenían la costumbre de avisar cuando abrían o cerraban la ducha. No sé cuándo se habrá instalado el código, pero era 100% inútil.

Sentada en el vestuario, escuchaba una sucesión interminable de “Abroooo!!! Abroooo!! Abroooo!! Cierrooooo!!! Abroooo!! Cierroooo!!

Sé que la idea era evitar que se quemaran o congelaran las demás, por las fluctuaciones de la corriente acuática, pero de hecho nadie tenía tiempo de reaccionar. Muchas, intuyo, gritaban el “cierrooooo!” cuando se estaban pasando la toalla.

De todas formas, el resto agradecía, como en fila india sonora, “Gracias” “Gracias “Gracias”….

Al principio no sabía qué hacer. Me sentía tentada de dar el aviso a las “veteranas”. Además temía ser sancionada si no lo hacía y que alguien se quemara por culpa de “una nueva”.

Pero tenía vergüenza, no me sentía con derecho. ¿Y si no tenía potestades para integrarme al coro tan pronto? ¿Y si alguien reconocía la extrañeza de mi voz y preguntaba a las otras qué se creería esta recién llegada?

Yo quería decir las palabras mágicas y un día que llegué contenta (no me acuerdo por qué) me animé con un bajito y dubitativo “aaa…bro”…Mitad aviso, mitad permiso.

Me empezó a perseguir la idea de que a mí nadie me decía “Gracias” y mi angustia aumentó.

Durante las clases, había dejado de ir contra la corriente, conocía las puertas y las canillas, pero no me podía integrar al ritual del “abrooooo-cierrooooooo-gracias”.

Llegué a esperar que se bañara todo el grupo para estar más sola. Pensé incluso en volver a ducharme a casa. “Es sólo una palabra”, intenté convencerme, sentada en el vestuario.

Y entonces llegó el milagro. Me estaba sacando la calza cuando escuché un : "¿Trajiste candado?”Ah no…No sabía.Por esta vez te puedo prestar uno. No te olvides la próxima vez. Pasá por acá.

La mujer entró despacio, tímida. Y buscó un lugar para acomodarse.

Le dije “hola” y me fui a paso firme rumbo a la ducha. Cerré la cortina con un impulso desconocido y solté el “ABROOOOOOOO !!!!!” más decidido que se oyó en ese gimnasio.

1 comentario:

pecesdecolores dijo...

me había olvidado y ahora lo volví a recordar. desde hace más o menos un mes, volví a decir esas dos únicas palabras durante toda mi estadía en estos centros: abroooooo / cierrooo