martes, 25 de marzo de 2008

creencias

Siempre fui de creencia fácil. Y esa tendencia a convencerme de cualquier bobada me ha salvado la vida más de una vez.

Las invenciones de mejor arraigo son- obviamente- las de las madres. La mía decía que el café con leche tibio curaba el dolor de garganta Y me lo decía tan convencida que me curaba. Hasta ahora, las primeras molestias faríngeas las combato con café con leche. Tibio, eso sí.

Paradójicamente, la misma madre me hizo creer que acostarse con el pelo mojado enferma de la garganta. Por esto me he perdido varios eventos sexuales espontáneos, de esos que surgen después de una ducha veraniega. Es que ni loca me acuesto con el pelo mojado y las pasiones no siempre resisten el ruido del secador durante 20 minutos.

Pero mi madre no era la única. En general le creo cualquier cosa a cualquiera. Una vez una amiga me llevó a un homeópata brasilero (en Treinta y Tres no existe decir brasileño).para que me curara la gastritis. El tipo recetaba gotas pero básicamente te adivinaba. Por ejemplo, apenas me senté, sin preguntarme nada me lanzó un “Para usted la cebolla es un veneno”. Yo no sé si fue porque la dejé de comer y mi sistema digestivo se desacostumbró o simplemente porque le creí, pero nunca más pude tragar cebolla.

Y este mismo hombre es el que creo que me ha salvado la vida. Porque antes de darme las gotas (que nunca me sirvieron) me predijo “Usted se va a morir de vieja”. Y entonces los días en que me levanto y pienso “Hoy me muero de tristeza”, me acuerdo de “Pirayú “ y me convenzo de que todavía no. Va a ser de vieja. Así que me visto y salgo.

1 comentario:

pecesdecolores dijo...

bajar por debajo de una escalera, abrir un paraguas adentro de la casa, barrer de noche y ver un gato negro que atravieza de lado a lado puede ser perjudicial para su salud!