Cuando la vi en la rambla yo justo justo estaba reflexionando sobre la maternidad.
Pensaba que muchas madres cuarentonas están criando a verdaderos tiranos, y que es hora de que las mujeres vuelvan a parir a los 20, cuando todavía pueden ser un
poco irresponsables y no le ponen tanta atención al pibe.
Pensaba en un plan nacional que promoviera la maternidad al
terminar secundaria. Tipo: "Se prohíbe entrar a la universidad hasta los
25 años". Entonces tenés siete años de brecha en los que, si tenés hijos, el gobierno
te paga una cuota. Se podría llamar "Por un país libre de tiranos" o, mejor aún, para aprovechar la marca, Tiranos Temblad.
Venía pensando en eso cuando veo de lejos a esta muchachita muy
joven, sujetando contra su pecho a un bebé, que estaba envuelto en una mantita blanca. Ella venía acompañada de amigos, pero muy concentrada en sujetar al bebito contra el pecho. Y sonreía.
Me conmovió. “Ay, pobre. Debe de ser la única que se queda
sin ir a bailar. Sonríe porque este es el único momento del día en que puede
ver a sus amigos y capaz que ahora el mocoso le llora y se tienen que volver todos”,
pensé.
Pero cuando finalmente nos cruzamos, pude ver que no era un
bebé lo que sujetaba contra su cuerpo; era una bolsa de nailon blanca con dos cervezas aún cerradas.
“Estamos todos bien”, me dije.
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