lunes, 25 de febrero de 2008

Remedios caseros

Cuando empezamos a salir de vacaciones, supimos que me hacían mal los viajes de ruta. Vomitaba. Ni la pastilla para mareos ni el ayuno previo daban resultado. Había que parar el auto cuatro o cinco veces y agarrarme la frente.

Un día alguien le dijo a mi abuela que lo mejor era llevar limón cortado en trozos, que yo debía ir chupando en el viaje. Y el método se institucionalizó.

- ¿Cargaste las valijas?
- Ya están
-¿El Atari?
- También
- ¿El limón de Maru?
- En la bolsa.

Nunca disminuyó la frecuencia de mis vómitos, pero nadie pensó que el limón no era efectivo. Al contrario, adjudicaban la falta de resultados a que yo seguramente no chupaba lo suficiente.

- Trate de no sacárselo de la boca mija, me pedía mi abuela

Pero íbamos hasta la Barra del Chuy y por camino de balasto. Yo ponía voluntad, pero de a ratos necesitaba respirar un poco sin ardor en la boca.

No tengo claro en qué año dejé de vomitar en los viajes. Sin embargo recuerdo bien de algo que pasó mucho tiempo después. Yo estaba en cama y el médico vino a verme a casa. Me recomendó no hacer esfuerzos.

- ¿Puede tomar té o café ?, preguntó mi madre.
- Sólo té. Pero que sea sin limón. Porque el limón es vomitivo.

Los de casa nos miramos en silencio. Todos pensamos lo mismo, pero ya no era tiempo de reproches.

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